Los enemigos del pueblo

27/03/2018

José María Triper.

Denuncia Henrik Ibsen en su inmortal drama «Un Enemigo del Pueblo» la prevalencia de los intereses políticos y económicos de los representantes de la soberanía popular frente a la razón y el bien común de las sociedades y los ciudadanos que les eligieron.

Una lacra demasiado habitual en cualquier tipo de organización social que en la España actual se ha convertido en una especie de pandemia que infecta, en sus distintas manifestaciones, a los principales partidos políticos de este país con la honrosa excepción, hasta la fecha, de Ciudadanos.

Manifestaciones de una enfermedad entre las que la más extendida es la corrupción, aunque la de mayor gravedad es lo que podríamos denominar como la explosión antisistema por sus efectos letales sobre la democracia, la convivencia, las libertades y el Estado de Derecho. Es esta una enfermedad mortal para la democracia cuyo virus han importado desde Venezuela los ideólogos y activistas de Podemos y que tras una primera etapa de contagio restringido entra ahora en fase de propagación a gran escala de cara las elecciones locales y autonómicas del año próximo.

Las algaradas, saqueos y violencia callejera a que hemos asistido estos días en el barrio madrileño de Lavapiés, promovidas a base de mentiras en redes sociales por dirigentes podemitas y responsables del Ayuntamiento, son sólo el principio de una estrategia de movilizaciones desestabilizadoras que culminen en revueltas masivas y una oleada de huelgas salvajes con un doble objetivo: conseguir el poder para convertir España en una dictadura bananera al estilo de sus mentores Chaves y Maduro o, en su defecto, provocar una reacción contraria de los extremistas de derechas y nostálgicos del franquismo – el fenómeno Le Pen en Francia es un aviso a navegantes- que nos aboque a otra forma de autoritarismo que es donde mejor se mueven estos apóstoles del populismo.

Y como suele ocurrir en estos casos los enemigos del pueblo siempre encuentran sus caballos de Troya dentro del sistema. Sectores de partidos y grupos parlamentarios que por inconsciencia, ambiciones, cerrazón o intereses partidarios, les sirven de catapulta para conseguir sus fines. Un papel de “tonto útil” que aquí parecen decididos a jugar Pedro Sánchez, al que algunos socialistas de la vieja guardia empiezan a calificar ya como “el enterrador”, y su grupo de fieles en la dirección del PSOE. Su estrategia de acoso y derribo del Gobierno, manteniendo el “no es no” por sistema y sosteniendo gratuitamente a los gobiernos locales podemitas como en el Ayuntamiento de Madrid sólo les está llevando al camino del ostracismo al que los franceses han condenado al PSF y antes los griegos al PASOK.

El hecho de que sea Ciudadanos y no la oposición mayoritaria quien esté rentabilizando electoralmente el desgaste de Rajoy debería llevarles a la reflexión o a la dimisión en aras del interés general y de los suyos. El lamento de Javier Solana, con su “yo no estoy contento con nuestro partido” en la reciente Escuela de Buen Gobierno del PSOE, es suficientemente elocuente sobre lo que está pasando.

“Madrid es un desastre. El mayor desastre que he conocido jamás”. Recuerdo ahora estas palabras que sobre la gestión de Manuela Carmena y sus mariachis pronunciara hace unos meses el que fuera portavoz y cabeza de lista del PSOE al Ayuntamiento de la Capital, Antonio Carmona. Una constatación que acabó en contradicción cuando se le recordó que él podría ser ahora alcalde y rechazó la oferta del PP. “Yo no podía ser alcalde con los votos del Partido Popular”, sentenció. Pue ahí está la prevalencia de los intereses políticos y económicos de los representantes de la soberanía popular frente a la razón y el bien común de las sociedades y los ciudadanos, que denunciaba Ibsen.

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