El bálsamo del buen samaritano

28/03/2018

Miguel Ángel Valero. "Un producto natural, por razones de afinidad biológica, es mucho más asimilable por el cuerpo humano que un producto potencialmente extraño como suele ser el procedente de la síntesis química", explica el autor de "El huerto medicional", fray Valentí Serra.

A finales del siglo XIX, varios frailes capuchinos tuvieron la misma idea: revitalizar y divulgar tradiciones medicinales y terapéuticas ligadas a sus monasterios y, especialmente a sus huertos, que se conservaron en viejos manuscritos y antiguos tratados prácticamente olvidados.

Valentí Serra i Fornell, fraile capuchino, sacerdote, doctor en Historia y archivero, recoge en «El huerto medicional. Sabiduría capuchina de la A a la Z» (Mediterrània, 238 páginas) parte de esa tradición conventual. Continúa la labor recogida en sus libros en catalán y en «Pócima de capuchino» (2013), y «La huerta de San Francisco» (2016), ambas editadas en castellano por Mediterrània.

En los conventos capuchinos (como en los de otras órdenes monásticas) suele haber una huerta, en la que los frailes cutivaban plantas medicinales. «Los medicamentos preparados por los frailes y monjes gozaban, además de su valor terapéutico, dee un supuesto valor añadido que le venía por su origen monástico, ya que estaban elaborados en un entorno conventual dinamizado por la oración y el trabajo, de manera que en los estamentos populares se los consideraba unos medicamentos particularmente agraciados con una especial protección de Dios», explica en la introducción el autor.

«El huerto medicinal» puede satisfacer el creciente interés por las plantas medicionales y por el cultivo ecológico, manifestado en el estallido de huertas urbanas. Pero además pone el foco en una realidad: «el uso indiscriminado (y algunas veces poco racional) de medicamentos de origen  de síntesis qúmica, y la posible interacción o incompatibilidad entre productos farmacológicamente muy activos, han producido unos efectos adversos que han generado una desconfianza y un regreso a terapias menos agresivas de origen natural».

«Un producto natural, por razones de afinidad biológica, es mucho más asimilable por el cuerpo humano que un producto potencialmente extraño como suele ser el procedente de la síntesis química», explica fray Valentí Serra.

El autor muestra en esta obra aquellas plantas que los frailes capuchinos cultivaban, y que recomendaban a los enfermos, «concebidas como un auténtico don de Dios ofrecido gratuitamente en la Creación».

«La huerta medicinal», que «quiere ser una aportación al conocimiento de la horticultura y la terapéutica capuchinas», presenta una selección de los «secretos» de agricultura de esta orden, y una descripción de los modos de trabajar ecolóvgicamente la tierra de las huertas de sus conventos.

Realiza una presentación, por orden alfabético, de las principales verduras y hortalizas y del «herbario de los capuchinos»; una antología de los principales «remedios», con la descripción de los preparados (jarabes, licores balsámicos, ungüentos y pócimas), que constituyen un curioso «diccionario de medicina popular».

Algunos de esos medicamentos basados en las plantas tienen llamativos nombres: el ungüento del Padre Santo Domingo, el agua de San Jerónimo, el bálsamo del buen samaritano, el ungüento soberano, el aceite milagroso, el elixir de larga vida, la tisana de San Antonio de Padua para las obstrucciones, el ungüento maravilloso  para alivio de muchos males, el aguardiente del Santísimo Cristo de la Paciencia.

Y se descubren muchas curiosidades en «La huerta medicional», como que se usaba la hiel de una víbora para ayudar a disolver las cataratas oculares, o la sangre de un cachorro de perro perdiguero para curar la epilepsia, enfermedad que se denominaba entonces «mal de San Pablo».

En el siglo XVIII triunfó una pomada que los capuchinos elaboraban con las hojas maceradas de la planta del tabaco. El rapé (tabaco en polvo) se ocultaba en lugares recónditos del convento debido a que era muy codiciado. También fue un éxito la manera de confitar las verduras que tenían esos frailes.

 

¿Te ha parecido interesante?

(+1 puntos, 1 votos)

Cargando...

Aviso Legal
Esta es la opinión de los internautas, no de diarioabierto.es
No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
Su direcciónn de e-mail no será publicada ni usada con fines publicitarios.