Weiwei encuentra un tigre en Gaza

06/04/2018

Miguel Ángel Valero. El artista chino muestra en "Marea Humana" el drama de los 65 millones de refugiados que vagan por el mundo. // Trailer

El artista chino Aie Weiwei encuentra en Gaza, la zona de Palestina convertida por Israel, con la complicidad de Egipto, en otro vergonzoso gueto de Varsovia, la metáfora más elocuente de lo que es un refugiado: un tigre que llegó hasta allí presumiblemente a través de los túneles donde la desesperación trata de encontrar un resquicio para la esperanza. En «Marea Humana», se explica que para sacar al tigre hacia la libertad en Sudáfrica se necesitó el permiso del Éjercito de ocupación, las autoridades sanitarias y políticas de Israel y de Egipto, mientras la mayor cárcel del mundo al aire libre sigue abierta para sufrimiento de millones de palestinos.

Weimei muestra en el largo documental (2 horas y 20 minutos) el sufrimiento de los refugiados en Bangladesh, Irak, Kenia, México, EEUU, Macedonia, Hungría, Serbia, Jordania, Israel, Palestina, Grecia, Italia, Argelia, Siria, Turquía, Egipo, Paquistán, Malasia, Afganistán, y un larguísimo etcétera.

La película, que ha traído a España A Contra Corriente Films y que fue preestrenada en un acto organizado por la Fundación Por Causa, refleja el drama de los que ya no pueden volver atrás, pero tampoco caminar hacia delante, porque no les dejan la xenofobia, la ignorancia, la hipocresía y los intereses creados, que ceban a las redes de traficantes de personas. El camino de los que sobreviven al exilio llega al limbo, donde los refugiados solamente pueden esperar, y sobrevivir.

«Marea humana» muestra ese limbo de los campos de refugiados con delicadeza y con quizás demasiada asepsia o respeto, cuando se trata de un drama que afecta a más de 65 millones de personas, que han tenido que huir de sus casas para poder sobrevivir e intentar encontrar algún lugar donde se respeten su derecho a la vida y a la dignidad.

Acierta el artista chino en hacer una película muy diferente a los trabajos audiovisuales y a los montajes que le han hecho víctima de la persecución en China y famoso en el mundo entero.

Ai Weiwei opta por una puesta en escena que en ocasiones es más bien confusa para retratar los campos de la verguenza y las personas que malviven en ellos. Se trata de una combinación de material filmado con vídeo, cámaras, el móvil, y que produce imágenes con dron de gran impacto visual y una belleza formal sorprendente, creadas mediante planos picados en cámara lenta o rápida, para así mostrar la inmensidad de estos campos y la enorme cantidad de personas afectadas.

Son imágenes, acompañadas de escalofriantes datos extraidos de los medios de comunicación y de citas de literatos de los países de los que proceden los refugiados, que remueven la conciencia. Y que plantean una pregunta clave: ¿podemos llegar nosotros, desde la seguridad y la comodidad de nuestras casas y nuestros trabajos, a vislumbrar siquiera una situación que nunca, afortunadamente, hemos vivido y que seguramente jamás sufriremos?

Llama la atención, por otra parte, la constante aparición del director en la película, como si quisiera dejar muy claro quién es el autor de «Marea humana», y que él ha estado allí, pero sin que sea un documental narrado por Weiwei, que prácticamente no habla en todo el documental. Quien habla, y con harta elocuencia, son las imágenes, los datos, y los refugiados, y quienes tratan de hacer su sufrimiento algo más llevadero.

 

 

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