La inversión en bonos catástrofe puede generar una rentabilidad de hasta el 17% anual

07/04/2018

Miguel Ángel Valero. Son instrumentos emitidos por las aseguradoras, que pagan a los inversores un cupón con la condición de que un siniestro natural no se llegue a producir. Si éste se produce antes del vencimiento del bono, la compañía de seguros se queda con el principal para pagar a las víctimas.

Los bonos catástrofe están ganando peso como sistema de diversificar la cartera de inversiones, especialmente entre los fans de la renta fija, entre los que buscan, ante todo, seguridad, sin menospreciar la rentabilidad. El rendimiento de los también denominados bonos CAT no depende de la evolución de los tipos de interés ni de la solvencia de las compañías que los emiten, sino de que se o no produzcan catástrofes naturales.

Estos bonos catástrofes son instrumentos emitidos por las compañías de seguros, que pagan a los inversores un cupón con la condición de que un fenómeno natural (huracán, terremoto, inundación, entre otros) no se llegue a producir. Si esa catástrofe se produce, siempre por causas naturales y sin intervención humana, antes del vencimiento del bono, la aseguradora podrá quedarse con el principal para pagar indemnizaciones a los afectados.

Los bonos catástrofe se comenzaron a emitir a partir de 1992 del pasado siglo, después del huracán Andrew, considerado uno de los fenómenos naturales más desastrosos de la historia de EEUU. El paso de este temporal en agosto de 1992 por las Bahamas, Miami (Florida) y el sur de EEUU dejó tras de sí pérdidas económicas de más de 26.000 millones de dólares  y provocó la bancarrota de algunas aseguradoras.

Los cupones que pagan los bonos CAT son elevados. Pueden variar entre el 2% y el 17% anual dependiendo de las probabilidades de que ese fenómeno se produzca, señala un análisis de Self Bank. Los vencimientos de estos bonos suelen oscilar entre los 3 años y los 5.

Los expertos del banco digital de Boursorama (grupo Société Générale) destacan que los bonos catástrofe tienen una reducida volatilidad. Tienen una correlación baja con el resto de activos tradicionales, como renta fija y variable. “Su riesgo no depende de la macroeconomía ni de lo que esté ocurriendo en los mercados financieros, por lo que son un instrumento que nos puede ayudar a la diversificación de la cartera”, subrayan.

Para la compañía de seguros, los bonos CAT son una manera de trasladar al mercado una parte del riesgo de que se produzcan catástrofes naturales. Se trata de sucesos que tienen una baja probabilidad de hacerse realidad, pero cuando lo hacen tienen un gran impacto en los ciudadanos, en la economía, en las aseguradoras, en las infrasestructuras, en el turismo, y en otros aspectos.

Una operación con riesgos

Por supuesto, el principal riesgo que se asume al invertir en un bono CAT es la posibilidad de que el fenómeno natural que cubre esa emisión finalmente se produzca. En septiembre de 2017 coincidieron los huracanes Harvey e Irma y el terremoto de México. Los huracanes Harvey, Irma y Maria provocaron daños estimados en unos 100.000 millones de dólares (81.946 millones de euros).

“Estos eventos perjudicaron a los tenedores de los bonos CAT incluso antes de que el fenómeno en sí se produjese. Las noticias sobre la inminente llegada de los huracanes ya provocaron un aumento del volumen de negociación de estos instrumentos en el mercado, lo que dio lugar a que muchos traders tratasen de especular sobre el impacto final que tendrían estos fenómenos naturales”, advierten los analistas de Self Bank.

Los huracanes Harvey, Irma y María, el terremoto de México y otras catástrofes naturales sucedidas en 2017 harán que la factura del seguro bata su récord, alcanzando los 135.000 millones de dólares, según una estimación de Munich Re. Y si se incluyen las pérdidas no aseguradas la cifra se dispara a 330.000 millones de dólares, situando el año 2017 en el más caro de la historia detrás de 2011 cuando se produjo el terremoto de Tohoku en Japón con una pérdidas generadas de 354.000 millones.

Harvey (huracán de categoría 4) provocó pérdidas de 85.000 millones de dólares. Irma llegó a categoría 5, generando destrozos en Florida por 32.000 millones de dólares. Otras tormentas, nevadas y la gran ola de incendios en California continuaron incrementando la factura del seguro en EEUU.

Aunque predecir el futuro es prácticamente imposible, Willis Towers Watson vaticina que 2018 volverá a ser un año catastrófico. Los desastres naturales causarán unos daños asegurados que oscilarán entre los 50.000 millones y los 200.000 millones de dólares, con un consenso situado en los 100.000 millones.

Otro de los inconvenientes de los bonos catástrofe es la ‘letra pequeña’ de cada emisión em particular. Para determinar si el bono deja de recibir el cupón, y por tanto el inversor deja de recibir su rentabilidad,  y si directamente se pierde el principal invertido, se establecen medidas objetivas. Por ejemplo, en el caso de un terremoto esta cláusula se activaría o no dependiendo de la magnitud del seísmo o incluso de si se supera un montante económico a la hora de hacer frente a las indemnizaciones. En el caso de los huracanes se establecen como unidad de medida los kilómetros/hora alcanzados o la categoría del mismo.

Los principales compradores de los bonos catástrofe son inversores institucionales, como fondos de pensiones, y especulativos, como los ‘hedge funds’. Pero también hay fondos a los que tiene acceso cualquier pequeño inversor que centran en los bonos CAT su política de inversión. Según datos de S&P Global Ratings, en 2017 había emisiones de este tipo de bonos por valor de 86.000 millones de dólares.

La segunda mayor emisión de la historia

El 8 de febrero, el Banco Mundial emitió bonos catástrofes por 1.360 millones de dólares para otorgar protección contra terremotos de manera colectiva a los países de la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, México y Perú). Se trata del mayor bono catastrófico soberano y contra terremotos que se haya emitido jamás en la historia. Y es la segunda mayor emisión de bonos CAT. Además, es la primera vez que Chile, Colombia y Perú acceden a los mercados de capitales para obtener un seguro contra desastres naturales.

La emisión está integrada por cinco clases de bonos del Banco Mundial: uno por Chile, otro por Colombia y otro por Perú, y dos por México. Con sus respectivos bonos, Chile recibirá 500 millones de dólares, Colombia 400 millones, México 260 millones y Perú 200 millones en cobertura de riesgo. Cada clase de bono tiene diferentes términos, pero todos están diseñados para cubrir riesgos por terremotos. Su activación es paramétrica y depende de los datos del Servicio Geológico de Estados Unidos. Los bonos de Chile, Colombia y Perú les proveerán cobertura por tres años y los de México por dos años.

Swiss Re y Aon Securities fueron los agentes estructuradores y, con Citi, los de colocación, AIR Worldwide es el agente modelador y calculador de la operación.

La colocación también es la mayor transacción de bonos catastróficos del Banco Mundial hasta la fecha. La transacción tuvo una fuerte demanda al ofrecer diversificación al mercado en la forma de riesgos no correlacionados de cuatro diferentes áreas geográficas. Participaron más de 45 inversores de todo el mundo y la transacción atrajo casi 2.500 millones de dólares en órdenes de inversión.

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