‘El candidato’: Razón de Estado

20/04/2018

Luis del Amo. Aidos Teatro sube a escena el premiado libreto de David Barreiro sobre la politización de los 'media'.

El periodismo ha sido siempre un fértil territorio para la fabulación. El cine, y en menor medida, el teatro, se han aproximado con frecuencia al fenómeno de la comunicación de masas; unas veces poniendo su ojo sobre el afán mediático por convertir en espectáculo la realidad, apta así para un consumo fácil, aunque banal; y otras enfatizando la tensa relación que domina las relaciones entre el poder y la canalla.

A este último rubro pertenece la obra que Aidos Teatro – una compañía nacida en 2014 de la mano del actor y director Alex Rojo – representa estos días en Madrid: El candidato, una aproximación al mundo de la prensa debida a la pluma del joven dramaturgo y a la sazón periodista, David Barreiro; que, pese a sus defectos, logra imbuir al espectador en el ambiente de un oficio, al parecer, condenado a la extinción.

Para ello, la obra no duda en recurrir al catálogo de tópicos que acompaña al periodismo. Desde el humo de un millón de cigarrillos que envenena el aire de las redacciones, hoy desterrado en el mundo real; hasta los rudos profesionales, podridos de cinismo, que se ganan la vida, con horarios imposibles, percutiendo teclas, entre bocadillo y bocadillo, y a golpe de whisky.

Esta estereotipación sin embargo no resta verosimilitud a la representación. Muy especialmente gracias a la interpretación, especialmente en su primera parte, que trazan, a tres palmos del espectador, los actores David Pinilla e Inés Sanjuán, notables en su bosquejo de una muy creíble relación entre un redactor jefe y una redactora.

Acertadas proyecciones

Luego, con el devenir de la trama, vendrán algunas debilidades, por ejemplo la vía de transmisión del scud o notición, surgido en plena jornada electoral; poco verosímil a mi entender. O cierta falta de desarrollo en el tramo final de una obra, que, sin embargo, se sigue con interés y hasta con fruición; gracias también a la participación del resto del elenco: José Manuel Valdés, Adrián Rico y José Carlos Domínguez.

Mención aparte merecen las proyecciones hábilmente utilizadas por Rojo para encuadrar el discurso de la obra, que no solo se adecuan bien a estos fines, sino también al escenario de la madrileña Sala Nueve Norte.

Merecería la pena, en cambio, en el apartado del debe, redefinir con mayor precisión algunos espacios, como el despacho del director, concretamente clarificar sus límites, y modos de acceso; y replantearse un uso de la iluminación de resultados demasiado azarosos en la actualidad.

Un espectáculo, en definitiva, muy digno, que apuesta por un dramaturgo actual de probada habilidad. Y que ofrece al espectador la dicha de ver, a dos pasos, a unos actores solventes levantar una muy creíble fabulación.

Recomendable.

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