La suciedad de los mediocres

20/04/2018

José María Triper.

Para evitar que algunos lo interpreten como excusatio non petita, aunque no creo que lo consiga entre tanto twittero iletrado y fanático de los que en España existen, sí quiero empezar aclarando que soy de los que piensan que Cristina Cifuentes debe dimitir, pero no por un quítame allá ese máster, que por eso deberíamos mandar al ostracismo a medida clase política de este país con currículums inflados, sino por no haber dado la cara en su momento y haber intentado tapar el error con falsedades. Algo que, por cierto, también está muy extendido entre los españolitos de toda índole, condición, credo y profesión.

Pero dicho esto, y como la edad y la experiencia le permiten a uno expresarse sin las servidumbres de lo políticamente correcto, tengo que decir que la persecución a la presidenta de la Comunidad de Madrid me parece una cacería ignominiosa, y su protagonismo en las instituciones y en los medios de comunicación un reflejo exponencial de la mediocridad existencial de nuestra clase política actual, de los medios de comunicación y de la sociedad en general. Porque mientras no se demuestre lo contrario Cristina Cifuentes ni ha robado, ni ha matado, ni se ha sublevado contra la Constitución contra las leyes, ni ha ofendido la integridad física y moral de nadie, y tampoco ha participado en delitos de malversación, cohecho, ni ha cobrado becas de una universidad en la que no estaba matriculada, ni participado en el desvío de dinero de los parados a gastos particulares y a empresas de amigos o en Andalucía.

Lo que se achaca a la señora Cifuentes, que vuelvo a aclarar no es santa de mi devoción, es un presunto delito menor por el que no está investigada ni procesada, a diferencia de otros a los que no se presta ni una décima parte de atención. Por eso me indigna la exagerada relevancia que los partidos políticos, el propio y los ajenos por el origen del caso tiene fuego azul,  como si en España no hubiera casos, cosas y causas muchísimo más graves y que afectan directamente a las vidas de los ciudadanos.

La radicalización del separatismo en Cataluña con sus deriva alemana y la inutilidad del Gobierno para explicar la rebelión en Europa, el juicio contra los energúmenos de Alsasua y el despreciable apoyo que reciben del Ayuntamiento y el gobierno autónomo navarro, el futuro de las pensiones y la incapacidad de los partidos políticos para ponerse de acuerdo en el Pacto de Toledo, la incógnita sobre los Presupuestos que amenaza la continuidad de la recuperación económica, la violencia de los antisistemas en Madrid alentada por las mentiras del Ayuntamiento, el juicio por el desvío del dinero de los ERE en Andalucía, la carencia de una política de aguas, la reforma de la ley electoral, las penurias de la justicia…Y así podríamos seguir con una lista considerable de problemas y carencias que preocupan más directamente el ciudadano de a pie que un máster más o menos.

¿Qué Cristina Cifuentes debe dimitir? Sí.  Pero con ella media clase política española empezando por el “tirano banderas” de Podemos que quiere convertir a España en Venezuela mientras utiliza el terror político contra los súbditos que se mueven en Podemos. O por el secretario general del todavía primer partido de la oposición cuya ambición y terquedad le incapacita para tener el sentido de Estado necesario al tiempo que lleva al PSOE al ostracismo del PASOK griego o el Partido Socialista en Francia. Y también un presidente del Gobierno y la cúpula de su partido que siguen dando tumbos con Cataluña y se niega a la catarsis de personas, proyectos y programa mientras siguen cuesta abajo en la rodada en las encuestas y su rama madrileña nadando en la putrefacción.

Y también, que no me olvido, deberían pensarse su renuncia esos autocalificados adalides de la nueva política que se dedican a poner zancadillas a la acción de Gobierno y a pedir dimisiones por doquier para ocultar su inutilidad para rentabilizar el triunfo electoral de Cataluña y su cobardía para presentar su candidatura a presidir la Generalitat, como corresponde al ganador, incluso sabiendo que se presentaban a perder. Pero han perdido una oportunidad de oro para presentar a los ciudadanos catalanes un programa de gobierno y un proyecto para la Comunidad serio, coherente y con soluciones a las preocupaciones de los ciudadanos.

Esto es lo que hay, y con ellos también deberíamos reflexionar y entonar nuestro mea culpa quienes desde los medios de comunicación seguimos haciendo el juego a sus disputas partidarias, sus maniobras de distracción, sus falacias y sus cantos de sirenas. Pero no.  Aquí todos se rasgan las vestiduras por la paja en el ojo ajeno mientras les ciega la viga de los suyos.

 

 

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