La ineludible conciencia de la duda

18/05/2018

Miguel Ángel Valero. "Las gafas de Pessoa", de Aitor Francos, gana el Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado con una reflexión sobre el desdoblamiento, la pérdida de identidad provocada por todo esfuerzo creador.

Aitor Francos, poeta y psiquiatra, gana el VIII Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado, organizado por el Instituto de la Cultura y de las Artes del Ayuntamiento de Sevilla y la Fundación José Manuel Lara, con «Las gafas de Pessoa». Se trata de un original libro que reflexiona sobre cómo se hace poesía y de la pérdida de identidad que genera todo esfuerzo creador, pero al mismo tiempo de cómo son un vehículo para encontrarnos  a nosotros mismos.

Lo hace desde el principio, citando al propio Fernando Pessoa: «el pensamiento es ciego; pero sabe qué es el ver; palpa formas y figuras». Y a Georges Perec: «Nada nos llama la atención. No sabemos ver».

«Desentierro palabras/ y dos un orden nuevo a la conciencia», pero sabiendo que «todo el pensamiento cuelga de un clavo» (página 57).

Nos dice Aitor Francos que «para despreciar/a la poesía basta con hacer/que un pájaro ya no se sienta libre» (página 11). Y recuerda que «la oscuridad es todo lo que aún no existía/cuando se repartieron/las primeras palabras» (página 12). Cita a Silvia Plath, «soy una herida a la que dejan irse», para proclamar que «un poeta es un hombre sumido en la niebla de un corazón desordenado» y que «las cosas son más transparentes si no se habla de ellas» (página 25).

La clave está en que «lo que no tiene nombre desmiente la vida». «Por eso el poema busca su realidad/en la repetición y acumulación de imágenes» (página 28). «Ese gesto casi inútil/de llamar con la mirada a la vida» (página 75).

«Para aprender a escribir, nada como ser dos», recomienda en la página 37. El poema «es una circunstancia del asombro», nos dice Aitor Francos (página 53), el fruto de «la invisibilidad puesta en dos ojos que nunca más miraron hacia atrás» (página 55).

Otra cita, ésta de Rubén Martín, «quien escribe al poeta es el poema», para precisarla: «quien escribe el poema es el poema sin poema», «eso que al tiempo de nombrarlo desaparece» (página 63), «el exilio de aquellas cosas que perdemos en un poema» (página 79). «Una página en blanco/ es la habitación de los invitados» (página 91).

Marcel Proust aseguraba que «sólo a través de la memoria recobra la vida su unidad». Aitor Francos añade que «las palabras lo que quieren es ser fantasmas paseando por la nieve/ ráfagas de viento / en el límite de lo que pensamos» (página 111).La nieve es blanca, diáfana, pero al mismo tiempo tapa, oculta. Una acertada metáfora.

«Entran así las palabras en la pureza de estar/ completamente despiertas, de verse nombradas/y aptas para la existencia» (página 118)

«Lo visible es sólo un ejemplo de lo real», cita a Paul Klee, para páginas después asumir que «el despertar intelectual comienza con/una interrogación: / ¿Qué comeremos hoy?» (página 88). Sin olvidar «una ineludible conciencia de la duda» (página 120).

Termina «Las gafas de Pessoa» reconociendo su autor que «es un juego de espejos conectados», que «los poemas son como cartas que enviaremos lejos; lo más lejos posible, es decir, de un libro a otro», y que «el país del último poema todavía está por inventar, si no fuera porque ya no quedan fábricas de dioses».

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