La fábrica de euroescépticos

17/05/2018

José María Triper.

Se equivocaba Karl Marx cuando afirmaba que el capitalismo lleva en su seno el germen de su propia destrucción. El devenir de la historia no sólo ha confirmado el error sino que ha demostrado que el germen de la autodestrucción lo llevaba dentro ese marxismo clásico que ha inspirado a todas las dictaduras comunistas que en el mundo han sido, y alguna que aún lo sigue siendo para confirmar la regla.

Lo que no sabía el filósofo prusiano es que esa sentencia suya iba a servir para explicar esa “insoportable levedad del ser” que marca la constante vital de una Unión Europea que cada día está menos unida y piensa menos como Europa, hasta el punto de convertirse en una auténtica fábrica de Euroescépticos .

Porque si no tuviéramos ya bastante con los devaneos del Brexit o la amenaza ahora de un italianexit, a tenor del borrador de programa de Gobierno de la coalición entre el Movimiento Cinco Estrellas y la Liga, salen ahora los jueces belgas con su insólita, por calificarla suavemente, negativa a extraditar a los ex consellers de la Generalitat cobardemente huidos de la Justicia española. Una decisión esta de los belgas que justifican en un inexistente defecto de forma dado que aunque la euroorden no incluye una orden de detención en España, el auto de arresto de los tres fugados el Juez Llarena si especifica su inmediato ingreso en prisión. Que es lo mismo, quiéranlo o no los magistrados de la Cámara del Consejo de Bruselas.

Son decisiones como esta, o como las de ese Tribunal alemán que rechaza el delito de “rebelión” de Puigdemont las que alientan el euroescepticismo y alimentan los virus de la autodestrucción de Europa, pulverizando los principios de solidaridad y confianza mutua entre los Estados miembros, que son la base esencial de los fundamentos de la Unión.

Este tipo de fallos judiciales y la propia tibieza de la Comisión y otras instituciones comunitarias en condenar el golpismo, la violencia y la xenofobia de los independentistas catalanes suponen una afrenta a España y una bomba de relojería en el edificio de la UE, a la que no ha sido ajena la pasividad desesperante del Gobierno español a la hora de combatir la falaz propaganda del farsante Puigdemont y sus secuaces y simpatizantes.

Un Gobierno, el de Rajoy, que debe dejar ya de escudarse tras las jueces y actuar con contundencia dentro y fuera de España. Es la hora de plantarse y ejecutar decisiones políticas en los foros políticos y de Gobiernos. Y es la hora también de, junto al resto de partidos constitucionalistas, combatir con la verdad de la historia y de los hechos las mentiras de los facinerosos.

Decía el ministro Montoro en el Ágora de El Economista que los nacionalismos y los populismos son los mayores enemigos de la recuperación y el crecimiento de la economía y pedía, para combatirlos, más Europa. Pues con, jueces, burócratas, políticos y gobiernos como los que proliferan en esta presunta Unión, no es de extrañar que pronto algunos, bastantes, empiecen a apuntarse a la españexit.

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