En estos tiempos confusos que vivimos de políticos extravagantes, decisiones delirantes y prescriptores (que no ese paletismo pedante de influencer) ignorantes, la mediocridad del debate político y el adocenamiento cultural de amplias capas sociales impide mucha veces discernir entre el posibilismo y el radicalismo, la realidad y la utopía, la legalidad y la arbitrariedad. Y ahora también, ante el desvarío filofascista de los independentismos catalanes, empieza a proliferar entre la ciudadanía y algunos medios de comunicación la confusión entre nacionalismo y patriotismo.

Y viene esto a cuento la polémica suscitada tras el acto de Ciudadanos para presentar su plataforma España Ciudadana. Una defensa de la españolidad, la bandera y los símbolos nacionales que para Albert Rivera era “patriotismo cívico” y que sus detractores tachaban de “nacionalismo”.

Dos términos que pese a su aparente similitud son formal y conceptualmente antagónicos como aclaraba esta semana el portavoz de Ciudadanos en la Asamblea de Madrid, Ignacio Aguado, durante los desayunos de The Experience Club. El nacionalismo es “excluyente y lo tenemos bien representado en Cataluña por Quim Torra”, afirmaba él. Sí; pero también xenófobo, racista, y fundamentado en la creencia de que unos individuos son superiores a otros por el hecho de haber nacido en un determinado territorio o pertenecer a una etnia determinada, añado yo.

Frente a este credo fanático se confronta el patriotismo cívico y moderno, el de la Francia de Macron o la Alemania de Merkel o Martin Schulz. Un concepto que Ignacio Aguado explicaba como “querer lo mejor para tu país y tener conciencia del potencial de este país para ser un referente a nivel internacional”. En definitiva, apostillaba “querer un país de ciudadanos libres e iguales”.

Y en esta última frase está la gran diferencia. En la libertad y la igualdad del patriotismo cívico frente a la represión y el odio al diferente del nacionalismo atávico.  Un disentimiento este que alguien debería explicar a ese grupillo de jueces del Tribunal Superior Regional de Schleswig-Holstein, encargado de decidir sobre la extradición de Puigdemont. Sobre todo para que no olviden que fue ese nacionalismo exacerbado y xenófobo, con tintes similares al que defiende el sujeto sobre el que tienen que decidir la extradición, el que provocó desde Alemania una guerra mundial y el mayor crimen contra la humanidad conocido en la historia moderna.