Zaplana amarga el éxito a Rajoy

24/05/2018

Luis Díez.

Decididamente, el presidente del Gobierno del Reino de España sufre una racha interminable de mala suerte. ¿Cómo se puede interpretar si no el eclipse de los laboriosos éxitos que consigue? Apenas había convencido al PNV de que votaran a favor del Presupuesto del Estado para este año, prorrogable al que viene (lo que ocurrió a última hora del miércoles, 23 del corriente), cuando la detención de Eduardo Zaplana por un supuesto delito de blanqueo de capitales (entre otros) oscureció el panorama y le impidió exhibir el valioso triunfo parlamentario. Decididamente, la fatalidad política se está cebando en este hombre.

Todo el suspense creado por la dirección del PNV (su Euzkadi Buru Batzar) sobre si iban a entregar o no sus cinco votos a Rajoy, manteniendo, como de hecho mantiene, la intervención de las cuentas de la autonomía catalana y la aplicación del 155 de la Constitución, perdió interés ante la detención por supuesta corrupción del importante político del PP que presidió la Comunidad Valenciana, fue ministro de José María Aznar y portavoz parlamentario del propio Rajoy Brey. El lucimiento de los ministros, defendiendo las mejores dotaciones económicas de la historia, según ellos, de sus departamentos, quedó en «flatus vocis». Las intervenciones del portavoz y experto de Ciudadanos, Francisco de la Torre, más ardorosas incluso que las del propio ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, contra un PSOE que pedía 8.000 millones de euros más en gasto social y un Podemos que llegó a presentar un Presupuesto alternativo con «una orgía de gasto», según ese hombre, pasaron casi desapercibidas.

No solo eso; las argumentaciones sobre las bondades de unas cuentas del Reino que ya admiten un aumento de las pensiones de jubilación igual, en su conjunto, al incremento del coste de la vida y, por otro lado, recogen la dotación de 200 millones de euros para salvar a las mujeres de sus maltratadores y potenciales asesinos, dando cumplimiento efectivo al pacto de Estado contra la violencia machista ni siquiera fueron destacadas por los grandes medios de comunicación. Tampoco brillo la famosa «enmienda rara» o «pro domo sua» con la que satisfacer la demanda de algún alcalde aliado: «Ustedes hagan el puente, que ya pondremos el rio». Ni tuvieron alcance mediático las arbitrariedades en las subvenciones (Por ejemplo, 450.000 euros para la Faes del PP; 8 millones de euros para el Palau de la Música y dos para el Teatro Real, en contraste con los 7.000 euros para las bandas populares de música, menos incluso de los 35.000 de regalo a la Fundación del Toro de Lidia, según destacó el valenciano Joan Baldovi).

De los 4.200 millones de euros más en la mejora de la financiación autonómica que, según Montoro y algunos ministros, llevaría a preguntar al PSOE de Pedro Sánchez por qué no apoyan el Presupuesto y prefieren abrazar la contradicción, así como de la mejora de la asignación para los militantes del Inserso (105 millones para viajes y termalismo de los mayores, que es mucho dinero) y de tantas y tantas innovaciones, entre las que no es menor la de permitir a los empresarios la asignación del 0,7% del Impuesto de Sociedades a fines sociales, lo que reportará unos 700 millones de euros a las ONG, según la estimación gubernamental, poco transcendió. El morbo de la detención de Zaplana todo lo arruinó. Por si fuera poco el disgusto, el profesor Montoro, colega del maladado valenciano en los Gabinetes de Aznar, tuvo que soportar el mal trago de que un juzgado de Jaén llamara a declarar como investigado a su secretario de Estado, Enrique Fernández Moya, por supuestos delitos de prevaricación, malversación de caudales públicos y otros cuando era alcalde de la ciudad.

Con el gozo gubernamental en un pozo sólo cabía medir el enfado y observar las caras largas de los miembros del Ejecutivo. La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, cuyo esposo ocupa un alto cargo técnico en Telefónica (la multinacional española más importante, cuya marca Movistar cuenta con más de 200 millones de usuarios) y coincidió con Zaplana en la empresa, se quejó amargamente en los pasillos ante algunos periodistas de confianza: «Ya está bien de comernos la mierda de Aznar». Y declaró formalmente que el detenido era un «político del pasado». Nadie le preguntó: «¿Y Rajoy de cuándo es?» El zamorano Fernando Martínez-Maillo ejerció su función de coordinador del partido y anunció que el detenido había sido dado de baja inmediatamente en el partido.

Se volvieron a escuchar frases de sorpresa porque el personaje de marras no había sido detenido antes e, incluso, a propósito de la «mierda» en boca de Santamaría, reverdeció un chiste de mal gusto: «Vas andando por la calle y pisas una mierda…¿Qué pasa?…¡S’aplana!» Rajoy compareció tras la votación, pero en vez de mostrarse alegre por el voto de confianza recibido que, ahora sí, le permitirá acabar la legislatura, se mostró lacónico por la suerte del amigo y colega, al que algunos destacados dirigentes del PP ya colocaban en la esfera naranja de Ciudadanos. «Tenga cuidado el señor Rivera, que en Valencia tiene el partido perdido de zaplanistas», advirtió desde la tribuna el dirigente de Compromís, Baldoví. Después de todo, el drama del PP radica en la imposibilidad de alejarse de un pasado del que Rajoy (y Montoro) fueron parte.

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