La moción de censura, la única salida para España

25/05/2018

Álvaro Frutos Rosado.

Apelar a la ética y a la moralidad política parece haber perdido todo sentido en España. Cuando los valores superiores que conforman la convivencia colectiva quiebran, los ciudadanos pueden sentirse liberados del respeto a las normas que ordenan nuestra vida, tanto en las relaciones individuales como en las que se establecen con los otros ciudadanos, así como con las instituciones que nos organizan. Ello obliga a reaccionar con coraje y valentía, sin cálculos de corto plazo, ni intereses partidarios.

El autoengaño y el engaño consciente a la ciudadanía, la permanente creación de imágenes falsas, la ideologización buscando el enfrentamiento y la eliminación de los hechos buscando que la distorsión de la realidad permita un mantenimiento en el poder para evitar la responsabilidad política y personal, exigen una respuesta por las vías constitucionalmente previstas. La dimisión del Presidente del Gobierno Mariano Rajoy sería la única salida posible en democracia. No se va a producir. La utilización de otros mecanismos como la cuestión de confianza sería una tomadura de pelo, aunque se superara, y un quebranto definitivo al sistema de representación política.

Considerar, como espera el PP, que dentro de tres meses la sentencia del Caso Gürtel esté amortizada; que casos como el de Zaplana y los que cada mañana vayan saliendo, nos hagan que el sobresalto sea sucedido por la indiferencia y la resignación, es hacer caminar a la democracia española hacia la insignificancia y podredumbre de manera acelerada.

Estamos viviendo  acontecimientos públicos, con repercusión individual, a un ritmo demasiado rápido e incontrolado para pensar que dejándolos  discurrir libremente podrán ser después conducidos a la normalidad. La única opción posible por ética y lógica es la moción de censura.

El problema del Gobierno y del PP ya está fotografiado y descrito hasta lo insospechable. A la oposición del PSOE se la recrimina su invisibilidad, periódicamente avalado por profusas  encuestas, donde en las más serias lo preocupante no es la intención de voto, sino el voto no decidido que ante el deterioro puede comenzar por rechazar el sistema político con la abstención o vete tú a saber. Italia es un buen cuadro de lo que no debe pasar en España.

Otras graves cuestiones que nos aquejan,  como Cataluña,  están enfocadas desde el Estado y esto no solo no tiene por qué cambiar sino crear un nuevo escenario que incluso nos saque del absurdo.   Ahora los independentistas tienen que mover la ficha y están jugando desde hace meses en el tablero nacional e intentándolo en el internacional. Si el nacional tiene un nuevo impulso con un cambio de interlocutor puede que la cosa hasta mejore.

En todo caso, el binomio gobierno-oposición es político y jurídico. Políticamente la oposición está obligada a exigir la responsabilidad política, y jurídicamente no vale simplemente la censura dialéctica y discursiva, con meras actitudes tácticas, hay que hacer uso de lo constitucionalmente previsto: la moción de censura constructiva. Nadie dudará de que a la oposición mayoritaria le está encomendado ese liderazgo y al resto posicionarse, bien dando por bueno la censurable actitud del Presidente del Gobierno en función de otros intereses espurios, o bien iniciar el camino de la regeneración democrática.

Si alguno no tiene aún claro que el gran miedo de Rajoy por dimitir y disolver, pudiendo quedando fuera de la pista, tiene su único fundamento en no pasar por el banquillo, antes que después. Es el banquillo y  los jueces y no España lo que preocupa al máximo gobernante de la Nación.

Si Ciudadanos comienza enarbolando su discurso, como hizo en Madrid, que lo único que preocupa a la oposición son los sillones estará simplemente evidenciando lo vacuo de su discurso de falso españolismo de salón rococó. Las tendencias demoscópicas crecientes tienen punto de inflexión y según crecen en opiniones, pueden empezar a bajar. Ayudar en este momento a la gobernabilidad no pasa por mantener a un gobierno que en Europa hace tiempo hubiera dimitido y sin que nadie se lo pidiera. El PNV si en algo se aprecia, no pasará el Rubicón por mantener unas prebendas presupuestarias, que por otra parte ya han sido aprobadas y que nadie tocará en este momento.

Un gobierno encerrado en el bunker de la Moncloa entre sus impenetrables muros de hormigón, no puede impedir al resto de la sociedad reaccionar por la actuación responsable y decidida de la oposición. Eso es democracia y si alguien entiende otra cosa está en un “grave error patriótico”.

Es una evidencia que corresponde constituir un gobierno de gestión para estabilizar a la mayor brevedad  la situación y la convocatoria de elecciones que recupere la senda de la normalidad. No hay otra alternativa posible en este momento. Tiene muchos más  riesgos  la laxitud ante lo que está pasando que proceder a utilizar lo constitucionalmente previsto para resolver el problema.  Si el 155 era la única respuesta posible al incumplimiento de la legalidad constitucional por los gobernantes de la autonomía catalana, hoy es la moción de censura para cerrar el desangre de la moralidad democrática.

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