El artículo de la semana pasada acababa considerando que “el que ríe último ríe mejor”. En política lo que es verdad a las ocho de la mañana es una gran mentira a media tarde. Cuando escribí aquel artículo todos los datos que tenía hacía pensar que la iniciativa de Pedro Sánchez buscaba otros beneficios pero no contemplaba que el final de la película fuera presidir el Gobierno. Sinceramente creía que Rajoy, una vez más, saldría airoso del envite.

Sólo Podemos le respaldaba. Sánchez actuaba con una cierta prepotencia negándose a negociar con nadie, el resto de fuerzas inicialmente le negaba su apoyo, pero la política hace extraños compañeros de cama.

A veces la necesidad se convierte en virtud. Las dificultades que tendrá Sánchez para mantener los votos de sus aliados posiblemente será su gran arma para salir airoso de su envite. Uno recuerda el escepticismo con que fue recibido Adolfo Suárez cuando el Rey le designó como presidente del Gobierno (el “que error, que inmenso error” lo calificó Ricardo de la Cierva) y hoy nadie cuestiona su estancia en La Moncloa. Parecidas descalificaciones e insultos los ha recibido Sánchez de los que ven perder su poder político y aquellos otros que se veían prematuramente en el Gobierno, así como unos medios de comunciación que no han dudado en enterrar al político socialista antes de tiempo.

La palabra diálogo ha sido una constante en la moción presentada por Pedro Sánchez. Es una palabra que su mal uso le ha hecho perder el contenido que le da el diccionario de la Real Academia. Pero se puede recuperar y es evidente que este país, lo que se necesita es hablar, sentarse en una mesa, debatir y tratar de llegar a unos acuerdos en los que unos y otros estén dispuestos a ceder en parte para llegar a puntos de consenso. Y la aparente debilidad del nuevo presidente puede ser su gran arma por lo que pese a los catastrofistas augurios de algunos.

La política hace extraños compañeros de cama por lo que como mínimo no hay que descartar que Pedro Sánchez lo haga bien.