«En cuanto el público ve en la cubierta de un libro la palabra ‘cuentos’, se abstiene de
comprarlo; o, mejor dicho, tampoco lo compra. Es, pues, necesario engañar al lector, al posible lector, y hacerle creer que el libro es una novela grande, pues se han señalado en España algunos casos aislados de compradores de novela, y se trata de ver si alguno de ellos se decide a llevarse este libro». Este párrafo lo escribió Edgar Neville en «Música de fondo» (1936). Pero puede hacerlo, con la misma rotundidad, cualquier escritor en España 82 años después.

Entre «Eva y Adán» (1926) y «Dos cuentos crueles» (1966), Edgar Neville escribió un centenar de relatos que fueron recogidos en seis libros, la mayoría de los cuales nunca han vuelto a ser reeditados. Además, el escritor colaboró en varias publicaciones periódicas, como «La Codorniz», «Revista de Occidente», «Gutiérrez», «Buen Humor», «La Gaceta Literaria», «Ahora», «El Sol», «Nuevo Mundo», «ABC» o Blanco y Negro», con relatos que nunca se recogieron en libro.

Ésta es la gran aportación de «Cuentos Completos y Relatos Rescatados», una cuidadísima obra de 568 páginas cuya edición es mérito de José María Goicoechea (autor también del prólogo). Este libro, editado por Reino de Cordelia, rescata 16 relatos hasta ahora solo publicados en prensa y, por tanto, de muy difícil acceso para el lector.

Además, otro aliciente de este trabajo es que incluyen las ilustraciones originales realizadas por Tono, Mihura, López Rubio o Lorenzo Goñi y que acompañaban a los relatos de Neville.

Pero sin duda el mayor acierto de «Cuentos Completos y Relatos Rescatados» es que recupera a un autor que sorprende por su capacidad para adelantarse a su tiempo y  una literatura de humor de enorme raigambre española y, al mismo tiempo, completamente universal, pero injustamente tratada.

Toda la obra de Edgar Neville es un alegato vitalista, elegante y hedonista contra la rancia burguesía que emergió tras las fatigas de la Guerra Civil. Y contra la cursilería y la estrechez de miras, por mucho que trate de disfrazarse de sentido común.

Es un acierto recuperar a Edgar Neville (Madrid, 1899 – 1967), escritor y cineasta, integrante de la Otra Generación del 27, junto a Miguel Mihura, Enrique Jardiel Poncela y
José López Rubio. De origen aristocrático, estudió Derecho y siguió la carrera diplomática, que acabaría abandonando por el periodismo, la literatura y el cine. A mediados de los años veinte viajó a Hollywood, donde fue contratado por la Metro Goldwyn Mayer, lo que le permitiría conocer y hacerse amigo de estrellas como Douglas
Fairbanks y Charles Chaplin.

De regreso a España, y pese a su pasado republicano, se alineó durante la Guerra Civil en el bando faccioso, aunque posteriormente su acentuado carácter liberal chocó con la dictadura franquista. Fue uno de los primeros que se atrevió a hablar de la necesidad de reconciliación entre los españoles.

Entre su prolífica obra destacan «Don Clorato de Potasa» (1929), «La niña de la calle del Arenal (1953)», «Mi España particular» (1957), «Flamenco y cante jondo» (1963), en novela; «El baile» (1952), «Veinte añitos» (1954), «Rapto» (1955), «Prohibido en otoño» (1957) y «Alta fidelidad» (1961); «La torre de los siete jorobados» (1944), «Domingo de carnaval» (1945), «La vida en un hilo» (1945), «Nada» (1947), «El último caballo» (1950) y «Duende y misterio del flamenco»(1952), en cine.

«El humor era su seña de identidad, aderezado con unos aires vanguardistas de aspiración transgresora, por un lado, y con una alegría y optimismo indisimulados, con buen rollo, del otro», escribe en el prólogo José María Goicoechea.