Por fin, la política

21/06/2018

Teodoro Millán.

Por fin hemos recuperado la política como forma de hacer en la vida pública del país.

Y ahora toca despejar en qué devendrá la dinámica de apoyos oportunistas que ha llevado al PSOE al poder; elecciones o agotamiento de la legislatura. P. Sánchez ya ha expresado su voluntad de ir hasta el final. Pero no siempre se logra lo que se quiere, y a veces se acaba renegando de lo que se desea. Resulta paradójico ver cómo quién mayor fervor puso en la legitimidad de agotar la legislatura, ahora se desdice. Y tras gobernar en minoría, con el apoyo parlamentario del que carecía entre los votantes de a pie, cuestione la legitimidad de que otro lo haga en su lugar e incluso condene el apoyo nacionalista con que logró aprobar sus últimos presupuestos.

No habrá elecciones a corto plazo. Nada ganarían los partidos que han apoyado el asalto al poder. Cualquiera estaría peor si se materializase una mayor representación parlamentaria de Ciudadanos, único posible beneficiario de las elecciones anticipadas. Y el PSOE, aprobados los presupuestos, tiene capacidad de seguir. Sobre todo, si más que gobernar pretende hacer campaña. No se entienden de otra forma los fichajes estrella de este gobierno, que difícilmente se hubiesen sumado a una escueta responsabilidad de mera transición. Por su parte, Podemos, realizado el viejo sueño de derrocar al PP desde un frente progresista, encuentra en el apoyo al PSOE una forma de homologación, abandonando su imagen rupturista. Ya solo los independentistas más radicales reniegan del reformismo. Pero incluso esos tienen razones para sentirse más cómodos con el gobierno actual que con un centro-derecha beligerante. De hecho, el anti-nacionalismo de Ciudadanos, que no apoyó la moción de censura, afianza la permanencia del PSOE.

Es entonces muy probable que Sánchez, antes de acudir al examen de las urnas, disponga de tiempo para probar su valía a los escépticos y dar a conocer el nuevo PSOE, renacido de sus cenizas. Un renacimiento que parte de un pragmatismo tan liberal como ajeno a los principios de filosofía política de su partido, y que se refleja en sus actuaciones: Primero, en la construcción de apoyos a la moción de censura, sin importar origen o razones; Segundo, en la elección de un gabinete que pasa, de la subordinación a la burocracia comunitaria, a meterla directamente en casa, incorporada al gobierno; Tercero, abdicando de sus promesas reformistas al comprometerse con un presupuesto heredado del PP; Y, finalmente, con la fulminante destitución de un ministro como prueba del nuevo código del partido frente a la corrupción.

Despejado ese frente, restan dos cuestiones relevantes; qué política social será capaz de ejecutar el PSOE, y cómo va a lidiar con el problema independentista: En la fase de crecimiento económico actual, no será difícil recuperar elementos de la maltrecha sociedad del bienestar. O, al menos, anunciar el camino a seguir cuando toque formular los nuevos presupuestos. La presencia en el gabinete de varios ministros rodados en Bruselas, debiera garantizar que la dialéctica no desemboque en excesos que no se puedan pagar. Existe, por tanto, la oportunidad de ejecutar políticas de redistribución del crecimiento, en contraste con la administración de costes de la crisis que hubo de implementar Rajoy.

En el frente independentista, Sánchez no lo tiene tan difícil a corto plazo como la situación podría hacer creer. Nadie espera una resolución inmediata de los problemas, pero sí un cambio de tratamiento que dé entrada a la política donde todo se circunscribía a la vía judicial. Distensionar una situación tan estresada como la existente pasa por restituir el diálogo, algo a lo que el presidente parece estar dispuesto, como demuestra al haber elevado a rango de ministerio la política territorial.

No se debe perder de vista el reciente precedente de Corea del Norte, ejemplo de los réditos del diálogo, genuino o no. En especial en el terreno mediático internacional, donde Sánchez ya ha marcado territorio con su intervención efectiva y efectista en el caso del Aquarius, y con el nombramiento de un expresidente del parlamento europeo como ministro de asuntos exteriores.

Si hemos de pensar a dos años vista, resulta difícil anticipar cómo llegaremos a las próximas elecciones. Mucho depende de la reconfiguración del centro-derecha, que ha quedado descolocado con la perdida del poder. Algo que ha afectado tanto al PP como a Ciudadanos, e impacta en las políticas nacionalistas, cuyo discurso de confrontación se legitimaba en la intransigencia del gobierno central. Al conjunto de partidos les toca reposicionarse una vez que tomen la medida a la nueva situación. El PP ha comenzado a buscar el viento introduciendo un giro en su sistema interno de designación de candidato, mientras Ciudadanos ensaya nuevos slogans que exploran aguas profundas de modificación de la ley electoral, abandonando principios liberales al abogar por restringir la representación parlamentaria de la periferia. Todo ello podría contribuir a dejar en segundo plano la prevalencia de los juzgados, tanto en relación a casos independentistas como de corrupción.

Por tanto, estamos inaugurando una época en que, por fin, el juego de la política puede recuperar su propia naturaleza. Esperemos que redunde en beneficio de los ciudadanos, que no siempre son la prioridad de los partidos. Esperemos, también, que las hinchadas respeten el terreno de juego y a los jugadores.

 

 

 

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