La hoguera de las vanidades

05/07/2018

José María Triper.

Describe la novela homónima de Tom Wolfe un cuadro de hipocresía y juego de apariencias en el que las convenciones sociales cambian de acuerdo a las conveniencias del momento. Un retrato de la sociedad neoyorkina de la década de los ochenta que bien puede extrapolarse a esta España de hoy que se consume en una hoguera de vanidades, egoísmos, arrogancia y populismos trasnochados, disfrazados con la vestidura talar del dinero y la política.

Vanidades y arrogancia que conforman la esencia y la existencia de un Pablo Iglesias cuya obsesión por el poder le lleva de la pantomima de embajador ante el títere Quim Torra hasta el ridículo de la renovación del Consejo de RTVE, todo ello para intentar demostrar quién es el que corta hoy el bacalao de un Gobierno al que sostiene temporalmente para derribarle en cuanto le convenga.

Nótese que en el juego de las contrapartidas, este apóstol de los desfavorecidos, no ha pedido a Sánchez la economía, la educación, la sanidad, los asuntos sociales o las políticas de empleo, sino el control de los telediarios para utilizarlos, a imagen y semejanza de sus maestros venezolanos, como aparato de propaganda a mayor gloria de movimiento podemita y su caudillo.  Estos son los apóstoles de la independencia informativa. Por sus hechos los conoceréis.

Vanidad y egoísmo son también los demostrados por algunos de los más directos (as) colaboradores de Rajoy, que impidieron tirar la toalla a un Presidente contra las cuerdas sólo para evitar el acceso a la jefatura del Gobierno de algún íntimo (a) enemigo (a) y escogiendo la opción de ser oposición antes que afrontar una convocatoria electoral en la que peligraba seriamente su continuidad al frente del partido y en los escaños del Congreso.

Vanidad y ceguera que desprenden los autos y sentencias de los jueces de la Audiencia de Navarra persistiendo en sus contradictorios sofismas y peregrinos argumentos para absolver, primero, de agresión sexual a los energúmenos de La Manada y decretar, después, su libertad provisional después.  Sostenella y no enmendalla que dirían los clásicos.

Y qué decir de Torra, Puigdemont y compañía, erigiéndose en ayatolás de una Cataluña en la que ni ganaron las elecciones ni representan a la mayoría de los ciudadanos, mientras mienten fuera y dentro de nuestras fronteras, ultrajan y traicionan al Estado y arruinan a una sociedad dividida y cada vez más abocada al enfrentamiento civil como avisó el ministro Borrell.

O del disparate de Carmena, Sabanés y demás en el Ayuntamiento de un Madrid “que es el mayor desastre que he conocido jamás”, en palabras del socialista Antonio Carmena aunque es su Grupo el que sirve de sostén a un gobierno municipal que maneja la ciudad como su cortijo entre denuncias de arbitrariedad, despotismo y nepotismo.

Vanidad, egocentrismo y prepotencia, en fin, la de Florentino Pérez, que sigue siendo una fábrica de antimadridistas, que ha sido el gran culpable del fracaso de la Selección Nacional en el Mundial de Rusia anunciando la contratación del entonces seleccionador como entrenador del Real Madrid a dos días del inicio del torneo y al que la mayoría de informadores y analistas deportivos siguen dándole bula, bien por servilismo o militancia.

Y…, así podíamos seguir y no parar contando las tribulaciones de las dos Españas, no las que cantó Antonio Machado, si no las nuestras de hoy: la de los pirómanos, pocos pero mandan, y la de los quemados que somos el resto de los ciudadanos. ¡País!

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