Palabras para olvidarse de las sombras

20/07/2018

Miguel Ángel Valero. En "Mapa de carreteras", los versos de Rodolfo Serrano descubren que "la espera de los días, cuando ya todo muere, es un largo camino que conduce al pasado".

«El mañana se acerca como una esponja limpia». Rodolfo Serrano comienza su último libro de poemas (y ya van unos cuantos) con una cita de Manuel Conde (otro gran poeta, injustamente olvidado y prácticamente desconocido por los lectores y autores más jóvenes). Toda una declaración de intenciones, porque la cita continúa: «Se borrará tu nombre igual que borra el agua unas huellas oscuras grabadas en la arena».

Contra eso precisamente tratan de luchar los poemas de Rodolfo Serrano. En la obra editada por Huerga & Fierro (81 páginas), el poeta recorre la noche buscando un cuerpo amado en esas carreteras olvidadas por el tiempo, e intenta hallar el mapa de una piel en las mujeres que dibujaron la ruta del olvido. Y sobre todo la del recuerdo.

En el primer poema, que se titula «Mapa de carreteras», Rodolfo Serrano habla de «los recuerdos de los días perdidos» y de su afán por «encontrar su recuerdo en otros ojos».

Pero en otros versos canta «la soberbia bendita del que nunca tuvo nada», o «este infierno que me acompaña ahora sin tu nombre». Pide «soñar con tu recuerdo, como sueña la tierra con la lluvia».

«La noche palpita un corazón de plástico que no admite otra sangre que aquella que bombean mil botellas de olvido», señala otro de sus poemas, que se queja de que la vida es «una cama abandonada y sucia».

Canta Serrano «esa libertad que tienen las mujeres que amamos y que nunca nos amaron», el «haber encontrado entre sus pechos el camino del agua y la alegría», «la esperanza de amores deseados». Pero también avisa que «nada valen las palabras cuando el tiempo nos marca el territorio de pisajes ajenos».

Aunque está «ese amigo encontrado en el pliegue del tiempo», y también «la lejana caricia de unos dedos soñados», es evidente para el poeta que «la nostalgia es la excusa del olvido», que «nadie puede salvarnos de los miedos cuando hacemos del presente la derrota», que «en la duda buscamos lo que fuimos», y que «en la sombra de los días se esconde el abandono y el hastío». Al final, «el amor es uno que habla sin esperar que alguien le responda».

En el ecuador de la obra, otros versos de Manuel Conde: «palabras que deben ser cobijo, vino, lumbre. Lugar donde olvidarse de las sombras». Por eso, un poema de Rodolfo Serrano bendice «tu nombre que me salva de todos los olvidos». Aunque otro admite que «el recuerdo sólo tiene el olor de las cosas que perdimos».

En el fondo, «eso es lo que pasa cuando el alma se acostumbra a la ausencia de un cuerpo». Y sólo queda «esa melancolía de los viejos amantes», «el calor de tu piel con un chorrito del limón del olvido», «el nombre y apellido de tu carne con el hueso sin letras de mi cuerpo».

En «el rincón más triste de tu melancolía», «el amor es tan sólo un arañazo que no se cura nunca», pero «el presente es el recuerdo», «cuando miro los relojes y cuento con los dedos el futuro», buscando «las palabras perdidas en un nombre de arena».

Para descubrir que «la espera de los días, cuando ya todo muere, es un largo camino que conduce al pasado», y que «el tiempo es asesino, inevitable verbo de un amor en la lluvia».

Rodolfo Serrano halla un resquicio para la esperanza: «siempre hay algo capaz de hacer que el cuerpo se convierta en el refugio final de todos los pecados».

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