El Grupo Santander ha actuado en la quiebra del Popular «con la máxima lealtad y transparencia con sus accionistas», asegura el presidente de la filial en España, Rodrigo Echenique, en su comparecencia en la Comisión del Congreso que investiga la crisis.

Echenique, que también es vicepresidente del Santander, explica que la estrategia del grupo es el crecimiento orgánico, ganar tamaño con su propio negocio, pero que tiene la obligación de examinar las operaciones de compra que surjan. Entre ellas, el Popular, que tiene una cuota del 6% en España y del 2% en Portugal. Pero esa entidad «no era un objetivo prioritario ni inmediato», aunque se seguía muy de cerca su evolución.

En mayo de 2017, el Santander estudia presentar una oferta por el Popular, pero tras analizar sus datos, la «misma información» de la que disponían las demás entidades financieras que acudieron a este proceso privado, declinó hacerlo, y así lo comunicaron por escrito. Echenique alude a las contingencias de la cartera inmobiliaria, el elevado nivel de mora y a las hasta cuatro revisiones a la baja por parte de las agencias de calificación, entre oros factores, unos problemas para los que «no todo el mundo tiene capacidad» de hacer frente.

El Santander renunció entonces a las «ventajas estratégicas evidentes» de adquirir el Popular, entre las que Echenique destaca la mayor presencia en territorios donde la penetración del Santander era más limitadas, como Cataluña, y la cartera de autónomos y pymes.

El deterioro del banco y la inviabilidad de una operación privada de rescate del Popular llevó a la resolución, un escenario que  «no era ni deseable ni deseado», porque era una solución «pésima» para el sistema financiero, ya que es «dramático» que un banco con 140.000 millones de euros de activos, que «no podía seguir funcionando ni un día más con su ausencia de liquidez», se encuentre en esa situación.

Pero llegada la intervención de la entidad, cuya situación era «verdaderamente crítica», Echenique justifica que el Santander se quedara con Popular por el precio simbólico de un euro.