El binomio Cruise-Hunt o cómo reinventar la fórmula del éxito

27/07/2018

María Martín. Una misión en apariencia sencilla, la recuperación de un cargamento de plutonio del mercado negro, va a convertirse en la nueva pesadilla de Ethan Hunt, agente estrella del IMF.

 Junto a sus colaboradores habituales y nuevos compañeros, impuestos por la nueva directora de la CIA, Hunt tendrá que luchar contrarreloj para desbaratar los planes de Solomon Lane, esta vez armado con potencia nuclear.

Tom Cruise vuelve a ponerse en la piel del agente de élite Ethan Hunt en la sexta entrega de la saga Misión Imposible, que sigue la estela de sus predecesoras de ser más grande, más impactante y más peligrosa cada vez. Pero lo hace de una manera completamente diferente a lo visto hasta ahora. Ya no nos enfrentamos a villanos desconocidos hasta el momento (aunque todo buen archienemigo guarda más de un as en la manga) ni encontraremos nuevos aliados, sino que Cruise y  Christopher McQuarrie, que repite en la dirección en lo que es también una primicia, han concebido una entrega que explora en el pasado y ata los cabos sueltos de las mejores entregas de la serie.

Porque Misión Imposible: Fallout no es solo una (buena) película de ación. Es la primera vez que nos acercamos al hombre que ha sido el epicentro de desastres a punto de ocurrir, que rascamos la superficie casi siempre fría, incluso impasible, de un personaje acostumbrado a lidiar con las cuentas atrás, pero no tanto con sus sentimientos o las consecuencias de sus actos. O su motivación para intentar siempre ir más allá del deber. Y es que Hunt y Cruise comparten, sin duda alguna, ese rasgo de entregarse del todo a lo que hacen en ese momento, y si en cada película las escenas de acción son cada vez más sorprendentes y peligrosas, no lo son sólo por el deseo de dejar al espectador pegado al asiento, sino porque la historia nos ha demostrado que Ethan Hunt es esa clase de persona dispuesta a escalar a pulso un rascacielos para salvar la vida de miles de personas. Porque es lo que hay que hacer, y alguien tiene que hacerlo.

Sin embargo, toda acción, por bienintencionada que sea o incluso exitosa, tiene sus consecuencias, y MI: Fallout se encarga de explorar ese lado, hasta ahora casi siempre oculto, de las decisiones de Hunt. Para lograrlo, el guion, firmado también por McQuarrie, se basa en dos sólidos pilares que ayudan a sustentar la narrativa. Por un lado, la mirada al pasado y a sus fantasmas encarnada en el regreso de personajes ya conocidos por todos: Solomon, Ilsa y, sobre todo, Julia, la decisión con más consecuencias de Ethan. Por el otro, la falibilidad del ser humano, representada de forma física en la multitud de caídas, golpes y tropiezos que sufre el protagonista. En carne propia y en carne ajena.

Y la fórmula funciona como un reloj suizo cuando, además, se le añade el ingrediente final: la adrenalina que debe empapar casi cualquier segundo de metraje. El gran logro de director y elenco, porque no es sólo de Cruise, es lograr hacer un retrato de la psicología de los personajes sin necesidad de grandes monólogos o diálogos emocionalmente intensos. Una mirada, dos frases o un silencio bastan en muchas ocasiones para contar la historia.

Ethan Hunt vuelve a enfrentarse a lo que se le da mejor: una sucesión de misiones imposibles cargadas de emoción, adrenalina y, esta vez sí, emociones a flor de piel. Tom Cruise, a su vez, vuelve a demostrar qué es no tener miedo a nada y por qué a sus recién cumplidos 56 años le disputa a Dwayne Johnson la corona de “Rey de la Acción”. Y los dos juntos consiguen crear una más que notable sexta entrega, con cierto aire de despedida o al menos punto y aparte, y un indudable taquillazo para este verano.

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