No a los recortes

27/07/2018

Maite Vázquez del Río.

Con la llegada de la crisis una palabra se hizo cotidiana: recorte. En España no había viernes de Consejo de Ministros en que Mariano Rajoy y su equipo no sacaran nuevos recortes. Empezaron por una subida de impuestos y después siguió todo lo demás. Que si el copago farmacéutico, que si las pensiones no se iban a subir según el IPC, que si se congelaba el salario de los funcionarios, que si cerraba el grifo de la inversión pública, que si se elevaba el listón de los requisitos para acceder a una beca, que si se quitaba a los extranjeros la tarjeta sanitaria, que si comunidades y ayuntamientos debían dejar de realizar tanta prestación social, que si la cobertura de los parados alcanzaba cada vez a menos pese a que había más, que si no se contrataba personal para la administración… Una mala época para los españoles.

Pero a nuestros vecinos del sur de Europa tampoco les iba mucho mejor. Grecia, Italia y Portugal, al que su sumó también Irlanda tuvieron que seguir las exigencias del resto de los países comunitarios que no les había ido tan mal y del propio FMI: recortes a troche y moche. A veces ni decían por dónde sólo daban la cantidad a reducir del gasto público y que cada uno se las apañara como pudiera.

Bruselas y FMI iban de la mano porque eran los que la tenían puesta en el grifo de los rescates y las ayudas. Pero allá por mayo de 2016 cuando Bruselas volvía a pedir a Portugal una nueva vuelta de tuerca llegó el socialista Antonio Costa a la presidencia y contestó que ni un recorte más. Dos años después Costa ha demostrado que acabados los recortes, la economía lusa se ha recuperado. ¿Una casualidad?

Se está escribiendo mucho sobre el milagro económico de nuestros vecinos ibéricos. Irlanda lo había conseguido mucho antes, pero es que en Portugal ha sido la alianza de los partidos de izquierdas (socialistas, comunistas y el «bloco de Esquerra») los que han parado los pies a Angela Merkel y Macron y se han puesto a lo suyo, a remendar y curar las heridas de tanto recorte y hacer que la economía portuguesa avance a velocidad de crucero y volver a dar a los ciudadanos lo que se les había quitado.

Parece ser que era el ejemplo que quería seguir Pedro Sánchez. Poco más de un mes después de llegar a La Moncloa ya ha dicho a Bruselas que no corre tanta prisa alcanzar los objetivos de déficit marcados por la Comisión Europea y había optado por elevar el gasto público un 4,4% más que para el previsto para este año. Desde diarioabierto.es habíamos hablado que el diseño del ‘techo de gasto’ acaba con los recortes y la austeridad.

Claro que el problema viene de antes porque pese a los dolorosos recortes en ningún momento se llegaron a ajustar las cuentas públicas, incluido el vaciado del Fondo de Reserva de la Seguridad Social y la deuda endémica de algunas comunidades autónomas.

Con solo el enunciado de gasto público y los objetivos de déficit marcados es difícil saber qué está en el proyecto de presupuestos que debe estar elaborando Sánchez y su equipo, aunque en todas las declaraciones de intenciones que hemos escuchado parece ser que la mejora del bienestar social iba a ser el objetivo, es decir recuperar lo que nos habían quitado a base de recortes. Lo llamativo es que hoy sus «socios de censura a Rajoy» le han dejado en la estacada absteniéndose sobre lo que era el enunciado. Si la recuperación económica todavía no se ha visto en los bolsillos de los ciudadanos y la inestabilidad política se asienta en el Congreso de los Diputados, malos tiempos nos vuelven a esperar.

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