La austeridad silenciosa del dolor

17/08/2018

Maite Vázquez del Río.

Ya hace un año de los atentados de Barcelona y Cambrils. Hoy, como entonces, era momento de dolor, de silencio, de recuerdo y homenaje. Las víctimas, los 17 muertos y más de 100 heridos, tenían derecho a que los políticos y toda la batalla independentista que se está viviendo en Cataluña quedara en segundo plano o incluso desapareciera por un solo día. Lamentablemente, como hace un año, no ha sido posible pese a que expresamente las víctimas lo habían pedido.

Desde estas líneas me sumo al homenaje a esas personas inocentes que fallecieron en manos de unos fanáticos religiosos. Como entonces, el dolor paraliza y nos sume en una tristeza infinita al ver a madres, padres, abuelos, hijos y nietos con sus rostros llenos de lágrimas, su paso titubeante en el mosaico de Miró en plenas Ramblas, el lugar por donde la furgoneta asesina segó vidas y dejó heridos millones de corazones. Ante ese horror no valen más banderas que las de  paz, la libertad, la solidaridad y querer arropar a quienes sufrieron en carne propia la sinrazón.

Las víctimas, un día antes del homenaje por este primer aniversario, denunciaron lo abandonadas que las habíamos dejado. Y es que envueltos en las trifulcas políticas en los 365 días transcurridos no ha habido ni un solo minuto para estar con ellos. Después del homenaje celebrado dos días después del fatídico 17 de agosto de 2017 cada uno volvió a lo suyo. Incluso algunos de aquellos que exhibieron sus banderas independentistas ahí han seguido sin moverse ni un ápice, relegando al dolor para seguir a lo suyo. ¿Es que ya ni saben distinguir?

No voy a hacer un balance de ese año transcurrido porque las víctimas no se merecen ese trato. Más bien toda la consideración y respeto. Quiero recordar a Julian, el niño australiano que pese a mantenerlo vivo con nuestra esperanza, resultó muerto. Ni el joven al que el terrorista apuñaló y mató en su huida para robarle el coche ni a los otros 15 muertos. Hoy entre un silencio austero, roto por las flores y el llanto, se les ha recordado. Solo un poema y cuatro canciones, unos chelos y unas palabras de recuerdo. Lo demás lamentablemente mejor ni mencionarlo porque la libertad de expresión a algunos los ha vuelto hoy despreciables.

También quiero hablar de Barcelona, la ciudad que ha continuado respirando sin miedo y que sigue levantando el estandarte de la paz y la libertad. Las Ramblas siguen abiertas para pasear por ellas, y en ellas también resuenan las voces que gritaban que no tenían miedo. Un año después en ellas se pueden escuchar las mismas voces renovadas que entre el silencio dedicado a sus muertos piden paz. Y desde la Plaza de Cataluña resuenan «las campanas que doblan por ti».

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