Versos para ser leídos en silencio

14/09/2018

Miguel Ángel Valero. "El gran temor de los suicidas es que la muerte esconda una vida", proclama Alejandro Palomas en "Quiero".

«Quiero», que reúne los cuatro últimos poemarios de Alejandro Palomas (último Premio Nadal con «Un amor», poeta, novelista, y traductor de más de un centenar de obras, entre ellas de Oscar Wilde, Katherine Mansfield y Willa Cather), contiene versos escritos «para leerse en silencio, para no compartirse con ningún otro ruido que no sea el de la propia voz resonando en la cabeza de quien las recrea desde el vacío interior», como pide el autor desde la primera página de la obra editada por la Fundación José Manuel Lara en su colección Vandalia.

Es una poesía con voz narrativa, con musicalidad, original en su estructura, y sobre todo reflexiva, casi enyasística, también emotiva, incluso áspera en ocasiones, pero extraordinariamente eficaz porque comunica las dudas y hace planteárselas al lector. «Me interesa lo que está entre líneas, lo que no se dice más que lo que se lee. Pero sobre todo necesito que el lector quiera saber más», explica el autor.

El punto de partida de estos poemas también está en el prólogo: «decir sin querer, sin temor a que lo que no es estropee y desvirtue lo que es». Es más: «el poeta quiere oírse cantar y contar aunque no le escuche nadie más».

El último de los poemarios, precisamente el que da título a la obra, está dedicado «a esos niños asustados que algún día serán nuestros poetas». No en vano, Alejandro Palomas subraya que «tengo un niño muy vivo dentro»

Efectivamente, son versos para ser leídos en silencio, porque hacen reflexionar, obligan a pensar. Sobre la «escoliosis de amor», la «temprana madurez testaruda». Sobre que «amar no consiste en tener amor, sino en mantener viva la curiosidad en él», en acumular «un largo andén de respuestas».

«Teme quien ama mal», avisa el poeta, que insiste: «ama mal quien desconoce el dolor». «El amor es una palabra vieja y vulnerable a la que ahuyentan fácilmente las estridencias», remarca. «La medida del amor es la ausencia«, el amor recordado que «pasamos por el corazón para hacerlo grande y revivirlo sin vergüenza».

«El amor es ese calos que me recorre la mano cada vez que veo en una sonrisa la posibilidad de una respuesta», escribe el poeat

En cualquier caso, «el amor merece siempre una oportunidad». Aunque «fácil y común es confundir en la emoción el amor con lo que fue y el recuerdo con lo que nunca fuimos».

«Querer no es poder. Querer es dejar de poder y acercarnos al abismo de lo imposible», admonizan los versos de Alejandro Palomas

Pero los versos de «Quiero» invitan también a meditar sobre la vida, «que empieza a contar desde el instante exacto en que nos atrevemos a emocionar a un niño cdon un cuento«. Alejandro Palomas dice que «vive bien quien sabe preguntar Casi tanto como quien sabe reir«.

«Las emociones no se acaban/ porque no tienen memoria. / Sólo responden a la ausencia», son otros versos que hacen pensar. Como éstos: «El gran temor de los suicidas es que la muerte esconda una vida».

Vivir «es seguir. Sin preguntas. Sin respuestas», advierte el poema. Por eso, Alejandro Palomas reprocha a quien «confundió el ruido con la vida». Y recomienda «aprender a oír lo que alimenta el ruido». «Entre la vida y el ruido serpentea lo que es y lo que no es, lo que no se nombra ni avisa, lo que alimenta el silencio», remarca el poeta.

Porque «la vida sin adjetivos no merece el esfuerzo de la ilusión». Y hay que «vivir hasta dejar de contaminar de recuerdos la memoria»

También recuerda que «los años que barren de tiempo la juventud son los mismos que aplastan sin confusión», «el joven confuso convertido por fin en hombre que pondera lo confusamente humano».

Alejandro Palomas invita a buscar «la fuente, la voz primera, todo lo que vivía y convivía antes de que el germen de la curiosidad nos hiciera humanos».

«No es más inteligente quien mejor piensa, sino quien menos objeto de reflexión contempla», pontifica el poeta, que recomienda «pedir una parcela de dudas para sembrarla de sorpresas», «para entender que somos el futuro de lo que fuimos».  Porque «muere el camino si nadie lo pisa»

 

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