Desafora que algo queda

21/09/2018

Maite Vázquez del Río.

Cuando los padres de la actual Constitución dejaron en la Carta Magna cerrado el aforamiento para los políticos creo que pocos pensaban en los casos de corrupción que iban a producirse en España. Los españoles de entonces éramos tan ingenuos que creíamos que podía ser una defensa para diputados, senadores, alcaldes, concejales… y así hasta 2.500 cargos públicos, a fin de que pudieran realizar su actividad sin ningún tipo de falsas presiones.

La realidad con todos los casos de corrupción de los que nos hemos enterado (cuántos habrá que no sepamos) ha demostrado que el aforamiento se ha convertido en el refugio de tanto corrupto para dilatar en el tiempo que se juzguen sus fechorías.

No voy a entrar en si fue antes el huevo o la gallina, de si fue PSOE o Ciudadanos o Unidos Podemos los que pusieron sobre la mesa que se deben eliminar los aforamientos. Siempre lo habíamos estado escuchando, igual que la reforma del Senado o ya más recientemente la desaparición de los delegados de Gobierno. Lo único cierto es que, por fin, se van a quitar los aforamientos. Y eso es un plus para recuperar la maltrecha democracia que tenemos en España y la imagen de los políticos, un tanto generalizada, de que ninguno es trigo limpio.

Ya nos da igual que sea porque se han forrado desde sus poltronas, o han financiado su partido, o han beneficiado a amiguetes y empresas o han logrado másteres… Desde finales de la década de los 90 hasta ahora tenemos la sensación de que todo huele a podrido, una peste que hasta ha llegado a la Casa Real con el caso Noós o el acallado caso de la amiga del rey emértio, Corina.

A los españoles ya no nos valen las promesas ni leyes anticorrupción que se no sirven para nada por su inoperancia. Los ciudadanos queremos hechos y decisiones que se apliquen para acabar con tanto chorizo que utiliza la política para enriquecerse, fortalecer a su partido o agrandar su titulitis. Y aún así, aunque se elimine, para algunos llegar al poder les hará pensar en las prebendas a las que tienen derecho simplemente por ser de profesión «político». No olvidemos que hasta en las democracias más avanzadas se producen casos de corrupción.

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