Lo dijo la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, que de tonta no tiene un pelo: “Sólo el 14% de los españoles piensa que aquí hablamos de cosas que a ellos les importan”. De donde se deduce, según los últimos sondeos de opinión, que al 86% de los ciudadanos les resultan irrelevantes las materias parlamentarias y tanto les da si son galgos o podencos, si hablan en arameo o en zagalo. Quizá se deba a que de antemano sabemos que quien hace la ley hace la trampa, a la complejidad de las temáticas o la falta de picos de oro y magisterio dialéctico. Predomina el trazo grueso, abunda la descalificación y avanza el insulto grosero frente al razonamiento, la metáfora sutil y la calificación inteligente.
Nada más hay que ver cómo los jefes de filas parlamentarias de la oposición, el PP y C’s, cubrieron de epítetos a varios miembros del Gobierno en el pleno del miércoles, 26 de septiembre, Cosme y Damián y María Refugio en el santoral. La portavoz del PP, Dolors Monserrat, abrió fuego tildando de sinvergüenza al Ejecutivo porque algunos ministros y la delegada en Cataluña, Teresa Cunillera, diputada durante veinte años, “son los abogados defensores de los golpistas”.
La secundó el portavoz adjunto de C’s, José Manuel Villegas, quien llamó “mentiroso” varias veces al presidente Pedro Sánchez, dijo que es “un fraude”, le acusó de “atrincherarse en La Moncloa y subido al helicóptero al avión oficial”. A esos insultos y a la acusación de dejar la economía en manos de Pablo Iglesias y la política territorial en las de Torras y Rufián contestó la vicepresidenta Calvo con tono firme y sosegado, pidiendo que respeten la reglas democráticas y no utilicen su mayoría en la Mesa del Congreso para contravenir las propias normas parlamentarias e impedir la ampliación del Presupuesto en 6.000 millones de euros para 2019.
La diputada del PP María José García Pelayo llamó “boba política” a la ministra de Defensa, Margarita Robles, la tildó de “irresponsable” y la calificó de “peligro” para el país antes de acusarla de “jugar con el pan de seis mil familias en la Bahía de Cádiz”. Se refería al controvertido asunto de la venta de bombas guiadas a Arabia Saudita, implicada en una guerra sin cuartel en Yemen, al parecer, con el apoyo explícito y no declarado, lógicamente, del anterior Ejecutivo español, según dio a entender la propia ministra Robles.
También fueron tamañitas las invectivas del hombre de confianza de Rivera, Juan Carlos Girauta, contra su compatriota catalana y ministra de Administración Territorial, Maritxell Batet, a la que acusó de complicidad con “los golpistas” (catalanes) y responsabilizó de un hecho insólito del que no teníamos noticia: “El Estado ha dejado de existir en Cataluña”. Eso dijo.
Pero el plato fuerte lo sirvió el inefable Rafael Hernado del PP (natural de Guadalajara y diputado por Almería desde que la memoria alcanza) con sus insultos a la ministra de Justicia, Dolores Delgado, a la que llamó “mentirosa”, “zombi”, “rémora” y “oprobiosa”. “Su presencia mancilla esta Cámara”, dijo nada más abrir la boca para soltar una retahíla de dicterios que culminó con esta petición: “No siga llenando de oprobio la democracia y váyase”. Con su florida intervención cosechó Hernando efusivos aplausos de la bancada del PP. Lógico.
Todo lo cual se resume en que la derecha española, más españolista y patriota que los demás, quiere elecciones generales cuanto antes para volver a empuñar el poder y el centro-izquierda y los nacionalistas, que siempre han mandado mucho en España, están por la labor de agotar la legislatura y prefieren al “doctor” Sánchez, como le dicen con retintín, a los sembradores de vientos y recolectores de porcentajes pro domo sua, amen.
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