Cuando una industria cierra algo tuyo se va

20/10/2018

Álvaro Frutos Rosado.

El anunciado cierre de Alcoa, con la repercusión directa e indirecta a un gran número de trabajadores, unida a la de Vestas y el cierre de la emblemática guipuzcoana La Naval, esta encendiendo una luz de alarma a la cual el Gobierno actual no puede pasar inadvertido.

Sin duda la Agenda Social es prioritaria en nuestro país, pero para que esta se consolide, es obligado también no perder el foco del peso especifico que la Industria tiene para ello. No solo en nuestro PIB, de su fortaleza va a depender el mantenimiento y creación de empleo de mayor cualificación y calidad.  La UE y la OCDE llevan tiempo poniendo de manifiesto la necesidad recuperar la industria para conseguir crecimiento de empleo, salarios más altos y una mayor productividad.

No podemos engañarnos con espejismos, la industria es el mayor aportador de recursos al I+D+i, es el mayor demandante de innovación y desarrollo tecnológico ante la globalización económica, solo así se puede resistir el empuje de los países emergentes donde la competencia, con mano de obra barata y beneficios fiscales, les sitúa en una posición mucho más competitiva.

Europa y España, especialmente, si quieren mantener el estado de bienestar de sus ciudadanos y mantener su capacidad exportadora en un mundo sin fronteras tiene que no olvidar donde tiene las bases el sistema sobre el que se construye su pacto social.

La industria en España tiene una relevancia económica y genera menores rentas que otros miembros de la UE. Tenemos una carencia de empresas de gran volumen y las que están son “franquicias” de grandes grupos internacionales. Tampoco la estructura de nuestras PYMES las sitúan con relevancia en los procesos industriales, salvo en el sector de la automoción, casi constituyendo un monocultivo. Ello requeriría la introducción en nuestra industria  de una política empresarial, con apoyo público, que tomara en la innovación; el capital humano; la digitalización o la concentración empresarial, factores determinantes para su crecimiento.

Evidentemente la mutación obligada del cambio energético fuerza a la adopción de cambios pensados, tanto en el sistema tarifario y fiscal, como en la introducción y desarrollo de nuevas tecnologías, que haga más eficiente el proceso productivo, no únicamente en mano de obra, sino en costes medioambientales de producción. La economía industrial también tiene que beber de los vientos de la economía circular. Una mayor sostenibilidad dará, a corto plazo, mayor competitividad a las empresas.

En las dos últimas décadas, España se ha convertido en un mero espectador de la industria. Ha sido asumir un unamuniano “que fabriquen ellos”. La política industrial no ha existido, pero tampoco ha sido demandada por los empresarios, salvo el consabido recurso a los subsidios y ayudas que, como se termina viendo al final, el coste es mayor que el beneficio. Tiene menos riesgo fabricar  financieras y empresas de servicios.

En la política española se instauró hace tiempo los conceptos, muchas veces vacíos de la Industria 2.0, 3.0, 4.0 …  Evidentemente el desarrollo tecnológico es la esencia del desarrollo industrial. Siempre ha sido así, no es nada nuevo, y ahora camina más rápido y con más demandas. La digitalización cambia los procesos de producción a una velocidad que no somos capaces de entender. Ahora bien, hemos tendido a confundir las NTIC  (Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación) con la TI (Tecnología industrial) que une ingeniería y manufactura para mejorar el proceso fabril.  Todo, de momento, no vendrá por la descarga de una aplicación del móvil. España, para recuperar su industria, tiene en primer lugar que definir en qué, por qué y cómo puede ser competitiva. No podemos seguir disparando, como escopeta de feria, a todo lo que pase por delante, pues el mundo es hoy un mercado abierto. Ello lleva a hacer renuncias, pero también a hacer apuestas.

Ahora que celebramos los cuarenta años de la Carta Magna, recordar que también existe el articulo 131: “El Estado…podrá planificar la actividad económica general para atender a las necesidades colectivas, equilibrar y armonizar el desarrollo regional y sectorial y estimular el crecimiento de la renta y de la riqueza y su más justa distribución.” Apostar por la planificación concertada, donde Gobierno, Empresarios y Sindicatos hagan una apuesta a medio plazo, tiene un caldo de cultivo actualmente. El camino de cada uno a sus uñas y a sus dientes ya ha sido probado y el ahora esto y ahora aquello también, con lo cual explorar nuevos caminos no está de más.

Los sindicatos se fueron diluyendo con más intensidad que los partidos con la globalización, pero ahora es necesario que recuperen su labor y no sólo como negociadores de subidas salariales y condiciones laborales. Todos hemos debido aprender de la crisis del modelo económico, en la cual aún andamos inmersos.

España debe sumarse a la política industrial por la que está caminando la UE y convertir este momento de incertidumbre en una ventana de oportunidades. Ello también pasa por una acción pública más intensa y agresiva en la industria, no sólo subvencionando, sino con iniciativa propia. La empresa pública no es un anatema, Francia y Alemania son buenos ejemplos. Se requieren buenos proyectos y gestores convencidos de lo público y no solamente visiones financieras. El Estado no puede ir a poner dinero donde lo privado falla, sino ser motor de nuevos desarrollos. La UE no penaliza la iniciativa publica en la economía,  pero si la ineficiencia y la falta de transparencia.

En definitiva, hablar de reindustrialización no es por tanto un anacronismo, es hablar  de futuro y cada empresa que cierra o se va es una malísima noticia que requiere una acción preventiva. Romper mitos y dejar de pensar que el futuro es los que nos cuentan las películas de ciencia ficción, aunque como siempre será distinto al presente. ¡Qué sea mejor, va a depender de nosotros!

 

 

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