‘Perfectos desconocidos’: Una ocasión perdida

23/10/2018

Luis M. del Amo. Pentación produce la versión teatral del taquillero film sobre el abuso del móvil.

Es una verdadera lástima que Perfectos desconocidos, la comedia basada en la adaptación teatral de un exitoso guion cinematográfico, renuncie a explorar con mayor profundidad el asunto sobre el que gira su trama; esto es, el uso del teléfono móvil y por extensión de la tecnología, y su influencia, a veces perversa, en diversos aspectos de nuestra vida.

Y decimos que es una lástima porque esta comedia, dirigida y adaptada por Daniel Guzmán, en colaboración con David Serrano en labores de adaptación, apenas cala sobre el asunto en el que se centra, como es la necesidad del secreto y su utilidad dentro de la convivencia entre las personas; así como el lodazal en que se convierte la vida cuando una torpe exigencia de transparencia permea en la sociedad y ataca el funcionamiento de personas e instituciones.

Sin embargo, a pesar de lo interesante de este planteamiento, que en esta obra se escenifica en forma de una cena de parejas adonde acuden viejos amigos dispuestos a abrir sus móviles a las pesquisas del resto, la concreción de la propuesta dista mucho de acertar en la diana, o dianas, que se abren ante tan sugerente propuesta.

De hecho, la obra puesta en pie por Pentación y estrenada hace un par de semanas en el Teatro Reina Victoria de Madrid, sufre, tras su arranque, un significativo parón, una vez que, agotado el despliegue inicial, hay que meterse en harina. En ese momento, llegado el segundo acto, y cuando habría que imprimir algún desarrollo a las líneas argumentales abiertas en el arranque de la función, la obra se para.

Entonces los personajes se dedican a dialogar sobre la nada, a la espera tan solo de un tercer acto que los redima de la inacción, y proporcione a su existencia el desenlace a unas líneas de acción que lamentablemente no llegaron a nacer, o nacieron tristemente amputadas.

Por medio quedará, eso sí, un buen puñado de chistes, muy bien ejecutados por un plantel de actores más que correcto – Alicia Borrachero, Antonio Pagudo, Olivia Molina, Fernando Soto, Elena Ballesteros, Jaime Zarataín e Ismael Fritschi – , que acierta a colocar siempre en el momento preciso cada una de las réplicas, concebidas a fin de disparar en el patio de butacas las risas.

Sin embargo, la poca atención del público al término de la obra, y el desinterés absoluto sobre los destinos de los personajes, cuyas peripecias no aciertan a conmovernos, a pesar de un final moralizante, sacado como conejo de la chistera – por las orejas – revelan a las claras la ocasión perdida que suponen estos Perfectos desconocidos, que efectivamente acaban así, desconocidos, para el público que, al menos el domingo pasado, llenó el teatro situado cerca de Sol.

Una oportunidad, en definitiva, perdida para explorar y tratar de encarnar los efectos del imparable avance de la mercantilización del ser humano, y de su alma, y ofrecerlo ante el público mayoritario. Logros estos por cierto a los que nos tiene acostumbrados otro dramaturgo, en este caso español, como es el gran Jordi Galcerán, excelso autor de comedias.

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