Lo que ocurre en Estambul repercute en Algeciras, la Bahía de Cádiz y el resto de España. Lo hemos visto a partir del descuartizamiento del periodista y escritor saudí, exiliado en Estados Unidos, Jamal Khashoggi, en el consulado de Arabia Saudita en la antigua Constantinopla. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha compartido en el pleno del Congreso su “repulsa del terrible asesinato” con los más fervientes defensores de los derechos humanos. En su comparecencia del miércoles, 24 de octubre, sobre la venta de armas a la tiranía saudí ha coincidido con Pablo Iglesias y los demás socios de la izquierda parlamentaria en la condena de ese crimen y ha pedido que “caiga todo el peso de la ley” sobre los asesinos.
La investigación revela que los matones se desplazaron expresamente desde Riad a Estambul para ultimar al periodista del modo más cruel posible. Iba entre ellos un especialista forense. Lo descuartizaron vivo y le cortaron la cabeza. Actuaron al mando de un sicario de plena confianza del príncipe heredero saudí Mohamed bin Salman (MBS), un personaje que ya acumula todo el poder en Arabia. Sus métodos son operativos. Consisten en encarcelar y liquidar a profesores, intelectuales, líderes religiosos, príncipes, funcionarios, empresarios… No tolera la más leve crítica ni, mucho menos, la denuncia de la fabulosa corrupción sobre la que se asienta su poder mientras la mayoría del pueblo saudí, la gente trabajadora y con altas cotas de analfabetismo, malvive en la pobreza.
Todo eso y mucho más es lo que describía y denunciaba Khashoggi desde hace dos años en el Washington Post. Sus alusiones críticas, directas y siempre correctas al tirano, el poderoso príncipe heredero de uno de los países más ricos del mundo, le costaron la vida. Khashoggi deploraba la intervención armada de Arabia Saudita contra Yemen. Denunciaba una guerra silenciada contra el régimen yemení, que está causando un gran sufrimiento y decenas de miles de muertos entre la población civil, y responsabilizaba a Salman de mantener la agresión sin ocultar que Yemen (sometido al embargo de armas) recibiera apoyo de Irán.
Vale añadir que Khashoggi habría pecado de ingenuo al acudir al consulado de su país en Estambul a recoger unos documentos para poder casarse con su novia turca, si bien adoptó la precaución de llevar un transmisor de sonido e imagen por si le pasaba algo. Pero lo cierto y verdad es que su muerte ha puesto en evidencia ante el mundo (mal que pese al necio inquilino de la Casa Blanca) la verdadera cara de la dinastía saudí, es decir, el régimen del que salió Osama bin Laden, cuyos primos (por si alguien lo ha olvidado) hacían negocios con el presidente George Bush hijo; el mismo régimen corrupto y fastuoso cuyo monarca fallecido en 2005, el rey Fha, caía sobre Marbella cada verano, y cuyo sucesor Abdalá, amigo también de nuestro monarca emérito Juan Carlos I de Borbón, gusta fondear su yate (uno de los más grandes y lujosos del mundo) en Ibiza; “el régimen del silencio”, como solía escribir Khashoggi en el Post.
El periódico norteamericano iba más lejos que Pedro Sánchez al reclamar el peso de la ley sobre los asesinos. Solicitaba al secretario general de la ONU, Antonio Gutierres, una investigación independiente de intereses políticos y económicos sobre la autoría del asesinato, cuyos indicios apuntan al todopoderoso príncipe heredero Salman. Es en todo caso una oportunidad para que Naciones Unidas ejerza el protagonismo de la defensa de los derechos humanos frente a los poderosos intereses económicos que gobiernan (a sangre y fuego) este planeta.
Claro que después de condenar el crimen, el jefe del Gobierno español manifestó su determinación de “actuar con responsabilidad” y eso le impide cancelar los contratos firmados con Arabia Saudita para suministrarle las 400 bombas guiadas GBU que le vendió el Gobierno de Rajoy por nueve millones de euros. “Es mi deber cumplir, defender los intereses de España y no mirar hacia atrás”. Las bombas guiadas, adquiridas a su vez por Defensa a la industria estadounidense del armamento (Lokheed Martin y Rayteon), formaban parte de la “reserva de guerra” del Ejército español. Las licencias de exportación datan del 13 de noviembre de 2015 y se renovaron en los dos años siguientes. Además, como es sabido, el intento de revisar el suministro provocó la amenaza saudí de cancelar los contratos de construcción de corbetas, lo que dejaría sin empleo a unos seis mil trabajadores de Navantia en Cádiz.
Si Sánchez reconoció que no es posible soplar y sorber a la vez y “no nos podemos permitir el lujo” de tirar por la borda los contratos con los saudís ni perjudicar a las grandes empresas que trabajan en ese país del que, por otra parte depende el suministro de patróleo, Pablo Iglesias pidió decisiones tajantes: “Dejar de vender armas ya” a esa monarquía criminal y revocar los acuerdos del suministro de fragatas. “No somos un país ridículo, busquemos otros clientes, transformemos esa industria para aplicaciones civiles, no carguemos sobe la Bahía de Cádiz una factura que podemos pagar entre todos y demos una lección al mundo”, afirmó el dirigente de Podemos. Doce horas antes ya el PSOE con el apoyo del PP y la abstención de C’s había aprobado en la Comisión de Defensa la decisión de mantener los contratos con los saudís. Eso no quita para que Sánchez anunciara una normativa para realizar un control más estricto del uso del material de defensa.
Al dirigente del PP, Pablo Casado, la comparecencia de Sánchez para informar de la última cumbre comunitaria, marcada por el Bexit, y sobre la decisión de mantener los contratos con los saudís tras el asesinato del periodista, en contraste con el anuncio de Ángela Merkel de no venderle más armamento, le pareció “un trampantojo”. “¿Cómo viene aquí a hablar del Brexit cuando usted está rompiendo España, cuando usted es responsable de un golpe de Estado?”, le espetó. Sin mencionar ni el nombre del periodista asesinado ni detenerse en la crisis con el país árabe, Casado reprochó a Sánchez que hablara de Arabia Saudita “pero no de Venezuela”, donde, según los datos que atribuyó a la OEA, “se han producido seis mil asesinatos”.
Entre grandes aplausos de sus señorías del PP, todas en pie, el líder de de ojos hundidos y flequillo a la redonda compitió una vez más con su colega Rivera en las críticas al Ejecutivo por todo, “menos alguna cosa” que no saben cuál es. En cambio, a Sánchez sólo le aplaudieron los suyos cuando anunció su propuesta en la UE de crear un “subsidio de desempleo europeo” frente a la crisis, la desafección y el ascenso de la extrema derecha. Sánchez apuesta por dar un contenido social inequívoco a la unión fiscal y reforzar la “ciudadanía europea” con menos palabras y algún hecho.
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