«Por el gusto de leer a Cervantes», el último trabajo de Aurora Egido (tiene ya en prensa otro, «El diálogo de las lenguas y Miguel de Cervantes»), culmina 16 años de investigación sobre todas las obras del autor de «El Quijote», concretándolos en 18 estudios. La monumental obra, 560 páginas, editada por la Fundación José Manuel Lara y Sabadell Fundación, continúa la tarea iniciada en otros tres libros (más la coordinación de otros cuatro) de la fundadora de la Asociación de Cervantistas (actualmente es socia de honor) y posiblemente la mayor experta en la literatura del Siglo de Oro y, en particular, en la del que es considerado como el inventor de la novela moderna.

José María Micó, escritor, investigador y filólogo, define esta obra de Aurora Egido como una «espléndida introducción a Cervantes». Desde luego, lo es, porque pone el acento en que El Quijote «debe analizarse y entenderse en relación con el resto de sus obras», no sólo las narrativas, también la poesía y el teatro.

«Ensombrecido el resto de las obras de Cervantes por la recepción del Quijote, creemosd sin embargo que todas ellas forman un mismo haz en el que la universalidad es inseparable de la consecución de la fama que su autor buscó obsesivamente a lo largo d su vida», argumenta Aurora Egido en el magnífico prólogo a «Por el gusto de leer a Cervantes».

Recuerda Aurora Egido en la presentación de su obra que «El Quijote» es la obra más traducida en el mundo tras la Biblia. Proclama que «el libro es siempre patrimonio del lector», pero también que «un clásico lo es porque es capaz de hablar por encima de su tiempo», y formar parte, como lo ha hecho Cervantes, especialmente gracias a las andanzas y desventuras de Alonso Quijano, del imaginario colectivo.

«Los clásicos tienen el don impagable de saber decir algo nuevo más allá del tiempo y del espacio en el que publicaron sus obras», remarca Aurora Egido. Son «capaces de leernos y de explicar la actualidad pese al paso del tiempo».

«En Cervantes he encontrado sienmpre lo que andaba buscando, pues en su obra está todo», confiesa.

¿Todo? Sí, porque Cervantes «deleitando, enseña», utiliza los ejemplos de los clásicos; muestra la mímesis, la retórica de lo admirable, y el placer de lo risible, siguiendo a Aristóteles. En sus obras se aprende que «la imitación por sí sola no era suficiente sin el auxilio del ingenio». Que la lengua es «la marca mayor de la dignidad del hombre», siempre que sea capaz de superar las fronteras y mantener un diálogo constante con las demás, como se comprueba en los episodios de la segunda parte de «El Quijote» durante el camino hacia Barcelona. Que las lenguas «sirven para construir», no para dividir.

Pero hay también un «homenaje al español», el «mayor oraculo de la prudencia», enseñanzas morales, cuestiones tan actuales como las relacionadas con la propiedad intelectual y la piratería, la globalización, «en ‘Los trabajos de Persiles y Sigismunda’ ya habla de Europa, pero también de «un camino de perfección por el que transitan los buenos, pero no se olvidó de aquellos que se perdieron en el camino». También del racismo y de la xenofobia, porque Cervantes nos enseña en sus obras que «los seres humanos son dignos o miserables según sus actos y no por su procedencia o raza».

«Cervantes consiguió no solo que los lectores se sintieran partícipes de cuanto acontece a sus personajes, sino de la operación misma que él lleva a cabo a la hora de contarlo», subraya Aurora Egido. Y lo hace situándose siempre «en la encrucijada entre literatura, historia y vida», porque «todo se incardina siempre en la historia».

«La obra de Cervantes nos devuelve, como en un espejo, esos y otros problemas todavía latentes en nuestros días», concluye Aurora Egido.