‘Historia del soldado’: Orquesta y drama

29/10/2018

Luis M. del Amo. La joven Cristina Cubells dirige en los Teatros del Canal su adaptación de la centenaria obra de Stravinsky.

Suficientes problemas plantea la representación de lo narrativo sobre un escenario para agregar una nueva dificultad a la ecuación. Sin embargo, así aparece dibujado en la obra de Igor Stravinsky Historia del soldado, que llegó a las tablas el pasado sábado, en sesión matinal, en los conciertos familiares de los Teatros del Canal de Madrid.

Una obra que toma del folclore ruso los elementos de un cuento lindante con el Fausto de Goethe, con un joven soldado que vende su alma a cambio de un libro que le permite vislumbrar el futuro. Y que en 1917 admiró a sus contemporáneos por la sabia integración del teatro y la danza a la partitura musical incluida en la obra.

Una fórmula de gran atractivo, sin duda, pero que plantea la dificultad de hacer casar toda esa dispersión en un todo orgánico. Para ello la joven directora Cristina Pérez Cubells ha ideado una mutación que afecta al objeto del trueque, siendo aquí un móvil lo que era libro en el original. 

La intención de tal cambio es doble. Por un lado enganchar al público infantil al que va dirigida. Y por otro, introducir elementos de crítica social, y más concretamente, una andanada contra el dominio de la omnipresente tecnología sobre nuestras vidas, y más aún entre los jóvenes.

Hay que decir lo primero que Cubells ha contado con dos magníficos actores para levantar esta propuesta, incluida en el ciclo de conciertos Ibercaja. Los dos intérpretes, José Luis Fernández y, muy especialmente, Saoro Ferré, aciertan a encarnar la ingenuidad un tanto naif del soldado el primero y el insinuante atractivo de un malévolo diablo el segundo, magnífico en su uso de cuerpo y voz.

Más problemáticos en cambio se muestran otros aspectos de la obra. En primer lugar una pantalla de vídeo que no siempre empasta bien con lo que ocurre en el escenario. Y que, al introducir un matiz de realismo, desaprovecha las mayores posibilidades que ofrece la obra, más ligadas, creo yo, al territorio de la imaginación.

No en vano la propuesta de Cubells ofrece sus mejores rendimientos cuando, despojada de elementos ajenos, explota sus mayores bazas, como son el cuerpo de sus actores y la iluminación. Así sucede en la escena final, cuando el diablo, en un pesimista cierre, arrastra a los abismos al alucinado soldado, envueltos ambos en una magnífica y sugerente luz roja; todo ello punteado por la interpretación musical de la Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid, dirigida por Jorge Martín, y con Alejandra Ureña (violín), Mª Ángeles Plá (contrabajo), Ramón Femenía (clarinete), Miguel García (fagot), Diego Tasa (trompeta) ,Clara Carbonero (trombón) y Carlos Jiménez (percusión), como intérpretes.

Recomendable.

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