Ángel Villazón, que nos ilustró con esa combinación de literatura y gastronomía mexicana en «Los Tacos de Huitlacoche», suma ya dos ediciones con «Goces y sufrimientos en el Medievo», también publicada por Punto Didot.

Este ingeniero industrial sorprende con relatos en los que aparecen todos los actores relevantes en esa etapa de la Historia, posiblemente la más maltratada y explicada de todas: el todopoderoso clero, los nobles, los siervos de la gleba, los taberneros, los goliardos, los comerciantes, los artesanos, los judíos, los pícaros, los druidas, entre otros. Por esas narraciones pasan la peste, la atracción y el miedo a los demonios, con sus misteriosos aquelarres, el milenarismo (revivido, mil años después, con el esperpento del famoso aunque fugaz efecto 2000, que hizo rico a más de uno a costa de la ingenuidad de la mayoría), las catedrales, la alquimia, el conflicto entre fe y ciencia, la astronomía. No dejan de ser, por tanto, una forma original  de acercarse al Medievo.

Villazón opta por una aproximación «entre acre y festiva» a la Edad Media que define como «agridulce», ya que combina el tremendismo y la jocosidad, el ingenio y cierta tendencia satírica, con muchas gotas de sarcasmo. Pero todo desde un enfoque vitalista.

Es una selección de 11 relatos, cuyos títulos son suficientemente expresivos: Neheri, el geómetra; El flagelante y un mercader; La conspiración; Íncubos y súcubos; El alquimista; El año 1000; Vuelo de brujas; La venganza de la Señora; El buscador gallego; El homvre que exploraba el firmamento; Los goliardos.

Son narraciones escritas con un ritmo casi cinematográfico, que hace que sean leídas con rapidez, y que se requiera una segunda, e incluso una tercera, visita para disfrutar las 119 páginas mejor.

Posiblemente el relato más logrado, sobre todo por la originalidad del planteamiento y del desenlace de la trama, sea «La conspiración».  En apenas 5 páginas aparecen un rey, un duque, un conde, el obispo, una reliquia, el castillo, la catedral, un sermón, tres capitanes, el séquito de cortesanos, los encargados de las caballerizas, una túnica de color púrpura, un puente levadizo, unos bufones enanos con cascabeles, tres mil prisioneros, un arca llena de monedas de oro, una daga blanca, unos halcones, y grandes traiciones.

El más divertido es, sin duda, «Íncubos y súcubos», una sátira de los tratados de demonología tan habituales en aquellos tiempos.

Y son ciertamente impactantes «El hombre que exploraba el firmamento» y «El alquimista». Sobre todo por el mensaje que dejan: quien no conoce la Historia, está condenado a repetirla.