‘La omisión de la familia Coleman’: El flujo de la vida

05/11/2018

Luis M. del Amo. Tolcachir se despide de Madrid tras una exitosa gira a lo largo de 13 años.

Resulta pasmosa la impresión de facilidad que el director argentino y su plantel de actores consigue dar a La omisión de la familia Coleman, una tragicomedia de corte naturalista creada en 2005 y que tras una exitosísima gira mundial ha vuelto a recalar en Madrid para su despedida, en la sala verde de los Teatros del Canal.

Una sensación de facilidad, tan aparente como gozosa para el público, que nace de la interminable labor de reescritura de un texto centrado en las relaciones de una peculiar familia, a cargo de su autor y director, Claudio Tolcachir, a partir de largas sesiones de improvisación junto a sus actores.

Y que luego, sobre el escenario, logra unir por un lado, una naturalidad apabullante, que convierte en cartón-piedra buena parte de nuestra cartelera teatral, con una carga dramática cuya hondura palpita en cada réplica, del primero al último de los actores.

Sin tiempo para presentaciones, la obra sitúa al espectador en medio de la sala de estar de la casa de los Coleman, una familia de cuatro hermanos, tres de los cuales conviven todavía en la residencia familiar, junto a la madre y una abuela. Unas vidas muy precarias, inspiradas en aquella Argentina del corralito, cuya evolución quedará trastocada a partir de un hecho que mueve la acción hacia un segundo escenario.

En esta transición, magistralmente ejecutada, se resume en mi opinión buena parte de los aciertos de esta obra excepcional. Y lo hace con sensacional naturalidad y sencillez, con influencia del arte cinematográfico, en forma de cortinilla, en suma, ejecutada aquí mediante el cuerpo de uno de los actores, que se interpone entre la acción y los espectadores, guiando la atención de estos últimos hacia el segundo escenario.

Se abre aquí el final de la obra, durante el cual el espectador logra ir calando la sutileza con que se tratan aquí los más diversos asuntos relacionados con la familia, siempre bajo el propósito de convertir el teatro en un espejo de la vida. Y donde, simétricamente, lo que se trata en la vida de forma discreta o con sobreentendidos, se trata también aquí, en la representación, del mismo modo.

Una joya donde destaca la labor de los actores, que dan vida a la abuela, Cristina Maresca; Memé, Miriam Odorico; los hijos Candela Souto Brey, Fernando Sala, Macarena Trigo, Diego Faturos; así como el resto de personajes, encarnados por José Frezzini y Jorge Castaño.

Una maravilla, en suma, que se enmarca dentro de este género del teatro naturalista y que, tras despedirse de Madrid, viaja ya hacia Palma de Mallorca, a su Teatro Principal; para recalar luego en Valencia, en el Teatre El Musical, para despedirse por siempre de los escenarios españoles.

No se la pierdan, si aún pueden.

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