El negocio de los apellidos

05/11/2010

Maite Vázquez del Río.

Al  margen de la polémica abierta sobre el permiso para intercambiar apellidos y que si no hay acuerdo mandará el orden alfabético, que con la que está cayendo resulta paradógico que entretengan nuestras mentes con tales debates, lo que sí me llama la atención es la que se puede liar en el ámbito judicial.

Evidentemente algunas familiar, incluida la Real, garantizan que no se pierdan apellidos como Borbón. Esos son motivos reales, otros para que el apellido de generaciones permanezca frente al caprichoso y actual designio de que siempre sea el apellido del padre el que se coloque en primer lugar… Aunque por motivos de igualdad cuántos apellidos maternos forman parte ya de los anales del recuerdo y nadie se ha quejado.

Sean las razones que sean, lo cierto es que las notarías y demás instancias administrativas y judiciales pueden ver incrementada su actividad por todos aquellos que simplemente opten al cambio de lo que ya está escrito o, por causas de desacuerdo entre los cónyuges, acaben en los tribunales. Aunque claro, lo del orden alfabético puede dar al traste con más de una querella.

Abogados y notarios deben estar frotándose las manos ante el suculento negocio que se les avecina, mientras los denostados funcionarios, con su sueldo menguado por prescripción presupuestaria, verán en el ámbito  de la Justicia y de los registros civiles incrementadas sus tareas. Y eso que ya se les está amenazando con medir su productividad o llegadas las elecciones y con resultados favorables a Mariano Rajoy con una reforma a la británica, que podría poner a muchos de ellos en la calle.

Una cosa nos queda clara a los españoles. Cada vez que hay una nueva norma nos cuesta dinero. O si no que se lo pregunten a todos los establecimientos de restauración con máquina expendedora de tabaco. El famoso mando debió enriquecer a unos pocos. Ahora les tocará a los apellidos.

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