Supremo fracturado, ciudadanos decepcionados… gana la banca

06/11/2018

Maite Vázquez del Río.

Tres semanas creyendo que el problema era la retroactividad con que la banca iba atender el impuesto que grava las hipotecas (actos documentados, que por todo se tiene que pagar en España mucho más que en Europa), pero el fallo del Supremo nos ha fallado a todos los crédulos de la Justicia.

Sabíamos de la lucha de los partidos políticos para colocar a jueces afines en el Supremo, algunas decisiones nos hacían dudar sobre lo correcto de algunas decisiones, pero los españoles queríamos creer en la Justicia, el único poder que hasta ahora parecía estar al margen de tanta corrupción… pese a que algunos casos abiertos contra partidos políticos han sembrado muchas suspicacias.

Pero que por una diferencia de dos magistrados se decida que más de 12 millones de ciudadanos tengan que seguir atendiendo el pago del impuesto de las hipotecas para que la banca no se vea «agobiada» ya clama al cielo de los justos porque hablamos de justicia, hablamos de que cuando un banco lo pasa mal todos tenemos que contribuir a rescatarlo, pero cuando a un ciudadano le ha ido mal mandan a las fuerzas del orden para desahuciarlo. ¿Sin una justicia que apoye causas justas a quién nos encomendamos? ¿Quién nos va a amparar?

Estas tres semanas ya habíamos visto de cómo iba la banca. Que si tendrían que repercutir el coste del impuesto sobre los productos de sus clientes… que si como el impuesto se lo queda la comunidad que sea la comunidad que lo pague y algunos presidentes autonómicos ya se habían apresurado a decir que nuevamente si es la comunidad la que paga, somos los ciudadanos los que pagamos… que si la retroactividad fuera de cuatro años, el déficit público se vería afectado en cinco décimas y volveríamos a tener la lupa de Bruselas sobre nosotros… En fin que cada uno se ha retratado perfectamente y la fotografía que ha dejado para la posteridad la Justicia española es que los ciudadanos nos sentimos cada vez más desprotegidos y el único pilar de la democracia que se mantenía fuerte para sostenerla desde esta sentencia empieza a tambalearse.

Hay muchos que piensan, con razón, que es necesario un sistema financiero saneado. Que si este sistema no funciona todo lo demás se va a pique. No habría dinero para las empresas, ni para los ciudadanos, ni para el Estado ni para nadie. Totalmente de acuerdo. Pero una cosa es que haya un sistema financiero, muy menguado desde la crisis (con la consiguiente mengua de la competencia) y otra muy distinta que pueda campar a sus anchas y llevarnos a crisis como la iniciada en 2007 con productos basura. ¿Quién infla siempre las burbujas inmobiliarias? ¿Quién actúa como si su banco tuviera una puerta abierta para sus amigotes y el resto de las puertas cerradas para quienes acuden a pedir dinero a cambio de algunas veces prácticas abusivas? Íbamos por el buen camino para poner coto a tanto abuso, pero con el fallo del Supremo -en contra de sí mismo- algo se ha truncado.

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