El Poder Judicial, un caso

13/11/2018

José María Triper.

Con premeditación, alevosía y no sabemos si con nocturnidad, el Gobierno de Sánchez y el PP de Casado han cerrado un sorprendente acuerdo para la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Sorprendente, no por el acuerdo en sí, sino porque de creer al Presidente del Ejecutivo las relaciones entre el Gobierno y el primer partido de la oposición estaban oficialmente rotas desde hace casi un mes y las personales entre sus primeros espadas eran nulas e irreconciliables.

Pero claro, hasta las enemistades más enconadas pueden pactar treguas o acercamientos puntuales cuando se trata de repartirse el poder y seguir manejando el control de las instituciones. En esos casos de nada valen los rencores y menos la palabra dada. Aunque en el caso de Sánchez, y a tenor de sus dichos y hechos posteriores, ya sabemos lo poco o nada que vale su palabra y la facilidad con la que cambia de convicciones y principios.

“Mi compromiso es hacer un CGPJ verdaderamente independiente del Gobierno” escribía Sánchez en su cuenta de Twitter el 9 de diciembre de 2014. Y poco más de un año después durante su fallida investidura tras el acuerdo con Ciudadanos prometía en su programa de Gobierno cambiar el modelo de elección del máximo organismo de la judicatura.

Pues ya hemos visto en qué quedan las promesas de Sánchez, aunque claro, entonces no era Presidente que diría la vicepresidenta Calvo. Curioso el caso este en que el cargo o el hábito cambia las ideas, las promesas y las más firmes convicciones del monje de turno. ¿Es fiable un responsable político, empresarial o de cualquier otra índole tan frívolo y mudable?

Pero en el caso de Sánchez esa inconstancia parece que forma ya parte de su esencia. Recordemos que durante el debate de la moción de censura Sánchez se comprometió a convocar elecciones cuanto antes si ganaba. Y ahora ha cogido tal gusto al sillón que no quiere ver las urnas ni en pintura. O qué se comprometió a expulsar de su Ejecutiva a cualquier sospechoso de corrupción y ahora mantiene en su Gobierno a cuatro ministros a los que se les han descubierto posibles imputaciones delictivas.

Y qué decir de su giro copernicano en Cataluña, cuando de impulsor y garante del artículo 155 ha pasado a instar a la Abogacía del Estado a rebajar la petición de penas a los acusados por la intentona golpista y a insinuar el indulto en caso de que condena judicial.

Como ironizaba el genial Groucho en Los Hermanos Marx en el Oeste: “Estos son mis principios. Si no le gustan…tengo otros”.

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