Democracia “Vaticaní”

05/11/2010

Aguinaga y Romero.

Cada vez que el Papa visita España la Biblioteca Municipal incita a la lectura de libros relacionados con Su Santidad y el país que gobierna. En esta ocasión hemos recomendado “La tournée de Dios”, de Jardiel Poncela, por aquello de disfrutar leyendo como sacaron del Cerro de los Ángeles al Supremo Hacedor disparando ráfagas de ametralladora a las beatas allí concentradas.

El otro libro es una novela, rayana en obra maestra, de los insignes autores Aguinaga y  Romero y titulada “El Becario del Cesid”.  Estos escritores, de solvente criterio literario, están –avanzo esto como noticia- inmersos en una trifulca personal porque quieren pasar a llamarse Romero y Aguinaga, hecho por el cual el Gobierno se ha visto en la obligación de regular el asunto de los apellidos y así evitar la disolución del dúo –que no pareja- en defensa de la buena literatura. Ante los rumores de la bronca aguinagaromeril hasta Pérez Reverte se sabe que lloró, eso sí encerrado en un retrete para que no lo viese Moratinos.

Para que los lectores de este diario se queden con la miel en los labios me limitaré a transcribir un pasaje de “El Becario del Cesid” en el cual se recoge un documento oficial titulado “Pautas diplomáticas para la democratización del Estado de la Ciudad del Vaticano”. El aludido texto es el siguiente:

“España ha demostrado su inequívoca voluntad de estar alineada con cuantas iniciativas surgen en el contexto internacional en pro de la democracia, la libertad, los derechos humanos, la igualdad y el acercamiento entre los sexos, la erradicación de la pobreza, la mejora de la salud y la esperanza de vida, el abaratamiento del precio de los percebes y la desaparición de la lacra social que conlleva la prostitución. Esto último solo puede conseguirse por la vía de la adecuación del varonil deseo de amancebamiento, con una mayor disposición al mismo por parte de quienes tradicionalmente han empujado a los hombres a visitar sitios de lenocinio y refocile donde, valga la redundancia, empujar.

Pero ninguno de los objetivos más arriba referidos puede conseguirse sin el asentamiento de bases democráticas sólidas e incontestables.

España no puede perder la iniciativa internacional en este campo, y menos quedarse indolente ante el interés que Estados Unidos muestra por asaltar países cuyos regímenes políticos no se ajustan a las pautas que los poderes de occidente marcan para las sociedades libres.

Propongo pues, en este foro de intercambio de planes estratégicos, la invasión militar inmediata del Estado de la Ciudad del Vaticano basándome en los incontestables datos que obran en poder del Gobierno y que gustosamente paso a exponer:

Ese pequeño país incrustado en el centro de la vetusta Italia –puedo aseverar este extremo porque la visité en viaje de estudios y estaba todo medio en ruinas- no cumple ni siquiera uno de los principios sobre los que se asienta una democracia. Por no existir, en el Estado de la Ciudad del Vaticano no existe ni el matrimonio, aun a pesar de que sus habitantes tratan de imponerlo al resto de la humanidad. Pero no es esto –que al fin y al cabo no deja de ser algo de lo cual todos acabamos arrepintiéndonos- lo que nos impele a poner fin al desatino social en que está inmerso el pequeño país. Su ejército va vestido de pasarela Gaudí y proviene de Suiza, nación que no tiene ejército como tal constituido, a su Jefe de Estado –que reúne en su propia persona de sí mismo los tres poderes ejecutivo, legislativo y judicial- lo eligen ciudadanos que no son de ese país, mientras que los escasos habitantes vaticaníes no pueden presentarse a tal elección, ni formar partidos políticos, ni hacer campañas electorales. Por supuesto tampoco hay sindicatos. Como verán por lo que les relato ese sitio es un dislate y un peligro.

Pero hay más. Cuando eligen al Jefe del Estado de la Ciudad del Vaticano, se desconoce por que extrañas razones este se imbuye de poderes que sobrepasan los límites geográficos de su nación y pretende imponer sus criterios al resto de los habitantes planetarios. Así dispone cuando se puede o debe comer carne, las costumbres de cama y hasta de pensamiento y suele amenazar seriamente a los que con tales normas no coincidan, no contentándose con lo que en cualquier otro país tiranizado hacen –encerrar en prisión al disidente- sino que le extiende la condena hasta después de morirse, que es más que cadena perpetua, adonde va a parar.

Hay otros insondables misterios que desvelar sobre dicho Estado. ¿De donde salen sus ciudadanos?. Porque puedo asegurarles que las pocas mujeres que allí viven no deben quedarse embarazadas y, si se quedan, no debe saberse. Y qué decir sobre sus recursos económicos y productivos. Podría pensarse, basándonos en las apariencias, que el Estado de la Ciudad del Vaticano vive del turismo, porque industria, agricultura, ganadería, recursos minerales y pesqueros y petróleo no tiene. Pero tras un detenido estudio vemos que, sospechosamente, en el mismo no hay restaurantes para guiris, ni discotecas, ni playas, ni estaciones de esquí, ni casino, ni hoteles para la coyunda placentera y se sabe que oficialmente que sus moradores son refractarios al refocile carnal. Y lo que hace temblar el misterio es que, a juzgar por el lujo suntuario de sus edificios, aquel país nada en la abundancia. Sobre la religión de sus moradores no queremos entrar porque eso corresponde a la intimidad de cada cual.

Puestas así las cosas, no nos queda más remedio que someter a reflexión –breve porque si los dejamos crecer serán los vaticaníes los que, más pronto que tarde, nos invadirán a los demás países- la oportunidad de entrar allí con los tanques y poner las cosas en  su sitio. Precedentes existen y si hay que llevar esta propuesta a la ONU, se lleva, se vota y ya está. He dicho”.

Después de leer esto solo queda evacuar a los niños de la biblioteca antes de que, lejos de que prosperen  las ideas de Aguinaga y Romero o Romero y Aguinaga y se consiga la democracia en el Estado Vaticano, vengan unos súbditos vaticaníes y acabemos teniendo una desgracia.

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2 pensamientos en “Democracia “Vaticaní”

  1. Menuda bibliografía potente, sr. Concejal. Aunque para sus funciones civiles yo le recomiendo que repase El Príncipe de Maquiavelo. No ha de faltar e las repisas del Ayuntamiento.

  2. De acuerdo con atacar al Vaticano pero de momento eso no es competencia de su municipio. Cuando usted sea concejal de Roma lo propone. No se escape de sus responsabilidades hablando de lo mal que están los demás que cada vez se parece usted más a Rajoy. Rajar del otro y no trabajar hoy.

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