Dinastía

30/11/2018

Miguel Ángel Valero. Con "Yo, Julia", la monumental historia de una mujer capaz de crear de la nada la última gran sucesión de emperadores de una misma familia en la Roma clásica, Santiago Posteguillo hace también una ilustrativa reflexión sobre cómo se accede al poder y, sobre todo, como se conserva.

Planeta vuelve a acertar al conceder su Premio a «Yo, Julia», de Santiago Posteguillo, el profesor de Lengua y Literatura en la Universidad Jaume I de Castellón autor de la trilogía «Africanus» (sobre Escipión y su archienemigo Aníbal) y de otra sobre el emperador de origen hispano Marco Ulpio Trajano («Los asesinos del emperador», «Circo Máximo» y «La legión perdida»). Y que es también el artífice de tres obras mucho menos conocidas, pero interesantísimas, sobre literatura: «La noche en que Frankenstein leyó El Quijote», «La sangre de los libros» y «El séptimo círculo del infierno. Escritores malditos, escritoras olvidadas».

Esta monumental (son 698 páginas) obra cuenta la historia de Julia, la emperatriz más poderosa de Roma, creadora de la cuarta y última gran dinastía del Imperio, tras Julio-Claudia, Flavia, Ulpio-Aelia o Antonina. Julia Domna, la artífice de la dinastía Severa, por su marido, Septimio Severo, es sin embargo muy poco conocida. Apenas existe, como cuenta Posteguillo en la Nota Historica con la que acaba la novela, una biografía de la historiadora Barbara Levick, una ligerísima referencia en un documental de la BBC, y una obra de teatro que lleva precisamente su nombre y que, bajo el pseudónimo de Michael Field, fue escrita por dos mujeres, Katherine Harris Bradley y su sobrina Edith Emma Cooper.

Pese a ser un personaje histórico digno de una novela de Leon Tolstoi, Julia no ocuoa el lugar que se merece en la Historia. Según Posteguillo, por ser mujer y, para más iniri, extranjera. «Dos estigmas que siguen muy activos en nuestros días», señala el autor de la novela. Porque además no se la perdona que haya ejercido o fomentado la violencia para conquistar el poder o para mantenerse en él, como si fuera un hombre. Similar trato recibieron otras mujeres, como Isabel la Católica.

Injusticias históricas al margen, «Yo, Julia» es una magnífica novela marca Posteguillo, con sus historias cruzadas, el desfile de escenas y de personajes, una trama densa y una notable intensidad dramática.

Y es también una reflexión sobre el poder. «Luchamos por algo mucho más grande que un imperio», explica Julia a su marido en la escena clave del libro, en la que ella y Severo se juegan todo. «No, solo por eso no merece la pena todo este esfuerzo, todas estas guerras, toda esta lucha», insiste. «Nuestro objetivo es el de instaurar una nueva dinastía imperial, nuestra dinastía», aclara Julia. Porque «todo estaba en juego y su esposo no veía la dimensión de lo que se estaba decidiendo en aquel pulso mortal». «Y si no lo sabía, no podía combatir con el denuedo necesario, con la fe que se requería».

Y de esta forma, una mujer que, cuando comienza la novela es rehén del emperador loco Cómodo, logra superar todas las adversidades, vencer a sus enemigos y cambiar el curso de la historia. Y dar una lección magistral de psicología, de inteligencia emocional, de motivación y de estrategia.

Una novela que desde luego bien se merece el Premio Planeta.

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