¿Y si el indigno fuera Sánchez?

04/12/2018

César Vacchiano.

Fisión en cadena de los soportes del socialismo

Casi se nos ha olvidado, pero un diputado rufián describió al ministro de Exteriores como el mas indigno de la democracia; solo por haber replicado al independentismo secesionista catalán con argumentos sólidos, propios de un régimen democrático.

Ni una palabra de los colegas de partido, en Cataluña o en el resto de España para recriminar la injuria, que fue seguida por una conducta parlamentaria reprobada y a la vez descalificatoria para todos los ciudadanos a los que el sujeto representa. Tampoco lo defendió el jefe del ejecutivo que pasa mas tiempo con el cinturón abrochado que en el Consejo de Ministros. Ahora resulta que el ministro del Gobierno que mejor ha defendido al Estado amparado por la Constitución, es el mas indigno de la democracia.

Sin embargo la sucesión de acontecimientos que permiten valorar la acción de gobierno, identifica otras indignidades quizás mas pertinentes, que activan la inquietud en la sociedad como el signo diferenciador del nuevo presidente. Sus primeros seis meses de gobierno suponen el catálogo de propuestas, contrapropuestas, artificios fiscales, incidencias curriculares, desmentidos, encomiendas encubiertas a socios virtuales, presiones a la judicatura y cataplasmas al golpismo catalán más intenso de nuestra historia democrática. Difícil resulta creer las propuestas, desde las que justificó su moción de censura, sea sobre convocatoria de elecciones o la última ocurrencia energética.

La campaña electoral del socialismo en Andalucía, buscando aislarse de su secretario general, ha sido un fracaso. Las razones objetivas no hay que buscarlas en la brillantez de los candidatos antagonistas, más bien nacen del cansancio y aburrimiento que producen las monsergas ideológicas sin soluciones para el individuo y del efecto contaminador de un despilfarro interesado de los recursos públicos, por la corrupción asociada a una gestión incompetente y sectaria.

Las familias dependientes de la Junta, los empleados de los ayuntamientos controlados y los subsidiados por ayudas graciables, incluidos sindicatos y “facuas” múltiples, suponen un conjunto que aportaría más del 85% de los votos registrados por el PSOE andaluz (1.009.243). ¿Significa el resultado una escasa adicción de los “pretorianos”? ¿Alimenta su descontento el crecimiento de los nuevos contendientes? No parece que los 584.000 fieles a la izquierda radical se hayan reforzado con la disidencia socialista.

El socialismo no retribuido ha dejado de creer en su partido y todo parece indicar que las políticas del jefe supremo, han sembrado el desconcierto al conmover los valores de miles de andaluces maltratados genéricamente por los socios independentistas que lo auparon al poder. Asistimos a una batalla de interpretaciones interesadas en las que se oculta lo principal: Sánchez pudo prometer, pero el presidente del Gobierno no solo no promete sino que calla para otorgar bajo cuerda todo lo que exaspera a millones de españoles. Un gran riesgo para dejarle seguir gobernando, pensaron los andaluces, entre los que había numerosos socialistas, ante lo mucho que todos nos jugamos. Ya nadie duda de que Susana Díaz ha pagado un alto precio por facilitar a Sánchez la continuidad en la Moncloa.

Tiemblan los barones autonómicos del PSOE ante la coyuntura de mayo y surgen especulaciones probabilísticas sobre la evolución de la opinión pública, que no tendrá contraste en las mediciones de un CIS capaz de equivocarse en un 34% al valorar los resultados de una encuesta cuyo error máximo era inferior al 3%; diez puntos de coba al jefe, los que van del 37,41% de la predicción al 27,95% del resultado. Ninguna empresa mantendría al responsable en su puesto con tamaño desaguisado. Es obvio que el cocinero del CIS merece un cese con más justicia que el jefe de la abogacía del Estado.

¿Y si fuera Sánchez el indigno? Triste consideración que me resisto a asumir. Algo hemos de construir entre todos para compensar la arbitrariedad impulsiva de tantas ocurrencias que han salpicado sus seis meses de gobernanza, quizás reclamando que cumpla lo prometido cuando no era todavía presidente. En cierto modo nos salpican como ciudadanos las impresiones que provoca cuando exhibe su condición de líder de las bancadas parlamentarias de la agresión al Estado, cuyos miembros superan por poco a los representantes del socialismo constitucional, ahora parcialmente pervertido para sostener, quizás por unos meses, a un gobierno en horas bajas.

El abandono a su suerte de la mitad de la población de Cataluña, el afán socialista en la Comunidad Valenciana y en Baleares para desplazar la lengua común, con ignominia e ignorancia del daño que se hace a los educandos, son males de fondo que se pagaran en las urnas. La agenda social se ha convertido en ingeniería social y sectarismo cuyos efectos profundizan en la división del país iniciada por Rodríguez, el mediador que sustituye a Monedero en los contratos del régimen bolivariano.

Penosa situación sobre la que podríamos meditar, sin ignorar las contribuciones del diputado Rufián, que nos cuesta 150.000 euros anuales, incluida la capitalización de su pensión, por sus dignas aportaciones a la convivencia.

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