A Dios y al diablo

13/12/2018

José María Triper.

Poco más de 50 minutos tardó Pedro Sánchez en evacuar un discurso en el que saltaba del independentismo catalán al Brexit intentando explicar unos paralelismos entre ambos procesos que sólo en su imaginación existen, y en el que, una vez más, quiso poner una vela a Dios y otra al diablo para terminar sin anunciar ni una sola medida concreta para solucionar una situación que sus socios de gobierno se empeñan en hacer cada vez más insostenible.

Llevado por su obligada ambigüedad para mantenerse en el sillón que ocupa de forma legal pero sin el refrendo de las urnas, Sánchez lanzó un aparente mensaje de firmeza, más para apaciguar a sus barones y miembros del grupo parlamentario que se le habían sublevado en las vísperas, pero sin conseguirlo –a la luz de las declaraciones posteriores de Lambán o García Page- y sin atreverse a citar el artículo 155, no fuera que se le enfadaran los socios independentistas, a los que parece tampoco convenció.

Pero frente a la prudencia con los separatistas, Sánchez empleo la artillería contra los partidos constitucionalistas, PP y Ciudadanos, a quienes no perdió la oportunidad de censurar el todavía hipotético respaldo de VOX para gobernar en Andalucía.

Ese “partido tóxico” como le definió Susana Díaz, de extrema derecha, o de derecha extrema, al que ahora Sánchez y sus acólitos quiere poner un cordón sanitario, cuando ellos no han tenido escrúpulos para pactar y seguir dando concesiones a Bildu, los herederos de ETA con su largo historial de sangre en el currículum. Y lo mismo con los golpistas catalanes del 1-O, en incluso en aliarse con los antisistema y adoradores de la dictadura venezolana de Podemos, aunque ahora Iglesias pretenda convencernos de que abomina de su pasado.

¿Dónde coloca Pedro Sánchez el listón de la toxicidad? ¿Acaso la obsesión por el poder a costa de lo que sea y caiga quien caiga le obnubila para comprender que como le recordó Albert Rivera el problema real no es Cataluña, sino que es España? Como reza el refranero popular “consejos vendo y para mí no tengo”. Y visto lo que hay el ciudadano Sánchez no tiene ni para él, ni para el PSOE ni, desgraciadamente, para España.

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