‘Curso de feminismo para microondas’ no es una publicación ajena al espacio empresarial

18/12/2018

Natza Farré, autora del libro. Os presento un extracto de mi obra, relativo al mundo laboral.

La mayoría de hombres opina que la paternidad influirá muy poco o nada en su trabajo. En la encuesta de jóvenes de Barcelonade 2015, uno de cada diez opinaba que las mujeres solo tendrían que trabajar si es imprescindible para la economía familiar. No es una respuesta exclusiva de los chicos. Las chicas también. Entre 15 y 34 años. En España la brecha salarial es de un 23%, esto es, las mujeres cobran un 23% menos que los hombres. Y esa brecha no se reduce con el paso del tiempo. El último estudio de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) constata que entre la población de 25 a 34 años hay más mujeres que hombres con estudios superiores. En cambio, hay más hombres con este nivel de titulación que tienen trabajo. Las mujeres acaban en las listas del paro. La diferencia entre preparación y empleo está relacionada con la falta de conciliación familiar. Podría seguir. Pero mis habilidades para la tortura acaban donde empieza el látigo. Los datos hablan por sí solos.

Las mujeres cobramos menos por el mismo trabajo. Menos en Islandia, el único país del mundo que ha prohibido la brecha salarial por ley. El objetivo es que desaparezca en 2022. Radicalmente. En Islandia gobierna, desde 2017, Katrin Jakobsdottir. Es una mujer. ¿Por qué los gobiernos no multan a las empresas que pagan sueldos más bajos a sus trabajadoras? Vale que premian a las que realizan el esfuerzo de la paridad. Que por eso lo hacen. Las mujeres no tenemos premio. Tampoco lo necesitamos. Nuestro premio más preciado es ser mujeres. Y trabajar no dignifica a nadie, ni a hombres ni a mujeres. La dignidad no tiene que ver con el trabajo. Lo que está claro es que todas las personas tenemos que trabajar para poder vivir.

¿Qué ha ocurrido cuando las mujeres hemos reclamado una representación más justa en el mundo laboral? Que la respuesta de los hombres y de muchas mujeres ha sido: “Vale, pero si hay mujeres, que sea porque son mejores que los hombres”. O sea, que después de siglos aguantando a mediocres, inútiles y negados, ¿ahora las mujeres no tenemos derecho a colocar a mediocres, inútiles y negadas en todos los ámbitos laborales? Las mujeres tenemos que ser las mejores y los hombres pueden ser lo que les dé la gana. La igualdad pierde. Otra vez. Nos están robando el partido. Pues no, guapos, de eso nada. La crisis ha supuesto un batacazo para el mundo laboral femenino. Si partimos de la base de que ya ha sido devastadora para un sector muy amplio de nuestra sociedad, una vez más, las mujeres tenemos una oferta y salimos ganando en sufrimiento. Más cantidad por el mismo precio. Hace tiempo que el mundo va marcha atrás y, cuando esto pasa, nuestra lucha queda relegada a un segundo plano (cuando digo segundo, quiero decir subterráneo).

No es prioritario. He aquí uno de los grandes errores que se cometen y dejamos pasar porque la emergencia requiere otro tipo de actuación. La pregunta es: ¿alguna vez conseguiremos detener estas emergencias, sin antes derribar los fundamentos sobre los que hemos construido erróneamente nuestra convivencia? Adjunto respuesta. No.

Mejor formadas
El indicador de Igualdad de Género de Cataluña habla de una nueva “pobreza femenina”. Se refiere a las mujeres formadas, pero con peores sueldos y condiciones laborales, en especial si son madres. El informe, elaborado por el Observatorio Mujer, Empresa y Economía, de la Cámara de Comercio de Barcelona, señala los absurdos horarios de trabajo que marcan nuestras pautas vitales como una de las causas de esta nueva pobreza. Las medias jornadas o el abandono definitivo de la carrera profesional conduce a las mujeres a esta situación. Una nueva paradoja si tenemos en cuenta que lo único en que ganan es en formación. Las mujeres ostentan el 56% de los títulos universitarios, pero se llevan el 22% de los contratos temporales, así como las pensiones y prestaciones por desempleo más bajas. La desigualdad es una constante en este tipo de análisis y año tras año, no mejora, sino al contrario.

La paradoja laboral más grande se representa en forma piramidal. Incluso en los trabajos donde las mujeres son mayoría, los puestos de responsabilidad están ocupados por hombres. En el ranking de ejecutivos mejor pagados rara vez sale una mujer. Pocos medios se hacen eco de esta ausencia. Nadie explica la razón. Ya os la digo yo. A las mujeres el dinero nos quema en las manos. Así que mejor cobrar mucho menos que ellos, ¿no? Hay gente que entiende del tema y habla de las ventajas económicas que supondría la verdadera incorporación de la mujer al mundo empresarial y económico. Tenemos que aferrarnos al hecho de servir para algo, que si no… La cuestión es que, cuantas más mujeres trabajen, más probable será salvar un sistema de pensiones que ya está en números rojos. Pero volvemos a la madre del cordero de todos los problemas. Ahora mismo, determinadas actividades laborales exigen un sacrificio que muchas mujeres no están dispuestas a pagar y al que otros tantos hombres tampoco están dispuestos a someterse. Para que una mujer consiguiera determinados cargos tendría que contar con el mismo apoyo que los hombres que llegan a esos mismos cargos y pueden permitirse desatender ciertas cuestiones personales con la seguridad de que ya se ocupará alguien de confianza: su mujer.

Reproducir este esquema es volver a caer en los mismos errores, pero desde otro punto de vista. La incorporación masiva de la mujer acarrearía un cambio en las dinámicas de trabajo y de vampirismo laboral. Así, de paso, también frenarían el despropósito de este mundo que tiene por objetivo un capitalismo voraz hasta la depravación.

Uno de los empleos permitidos para las mujeres cuando apenas podían trabajar era el de secretaria. Se supone que las mujeres también nacemos con un sentido de la organización más desarrollado. Las secretarias escribían a máquina superrápido. O a mano. El caso es que las nuevas tecnologías no han eliminado a las secretarias. Existen porque, sin ellas, todas aquellas personas que las necesitan no serían nada. Ahora que estoy escribiéndola, me doy cuenta de que la palabra secretaria no me gusta. Cuando solo había secretarios, la secretaria era la mujer del secretario. Ahora que hay muchas más secretarias, el diccionario se resiste a aceptar secretaria como primer resultado. Lo primero que sale es secretaría. No ganamos ni por mayoría.

El secretariado es una profesión de mujeres. Porque somos más organizadas. Una secretaria desorganizada es un desastre. Pero organizarse no es cosa de mujeres. Organizarse es superpráctico. Y el cerebro práctico lo tienen los hombres. Para organizar el mundo, los hombres. Para organizar el despacho, la secretaria. Mira que, si estas premisas son ciertas, llevamos toda la vida dejando que los más desordenados organicen el mundo.

En las entrevistas a mujeres profesionales se les pregunta por su conciliación con la vida familiar. Si tienen hijos. Si quieren tener. Si tienen pareja. Si. Si. Si. Siempre hay un momento en que salen a colación los hijos y las renuncias. No tener pareja puede ser una ventaja empresarial, pero en según qué ámbitos, una mujer que vive sola sigue despertando desconfianza. En las entrevistas de los medios de comunicación, periodistas mujeres preguntan a otras mujeres cómo se apañan para cuidar de sus hijos, y las mismas mujeres periodistas (con o sin hijos) no plantean esa cuestión a los hombres. Si sale el tema, algunos dicen que lamentan no poder dedicarles más tiempo. Pero no deben de lamentarlo tanto porque siguen sin pasar más tiempo con ellos. La renuncia de las mujeres es a todas luces superior a la de los hombres. Pero ¿qué entendemos por renuncia? Preguntas de examen:

  • ¿Nos cierran puertas? Si crees que sí, ¿por qué dirías que pasa?
  • ¿La sociedad nos ayuda a dedicar tiempo al cuidado de nuestros hijos?
  • ¿Podemos elegir entre cuidar a nuestros hijos y nuestra vida laboral y personal?
  • ¿Por qué tenemos hijos?
  • ¿Hemos perdido todos los hilos que nos conectan con algo que tenga sentido?

La respuesta correcta a todas estas preguntas es sencilla: somos mujeres. No tenemos que exigirnos nada más. No podemos pedir que la vida sea más fácil. Pero sí que sea mucho más justa. Por pedir que no quede. Si el mundo fuera un banco, nos dirían que no. Pero… ¡mierda, el mundo es un banco!

Inteligencia emocional
Dicen que ahora se comienzan a valorar perfiles laborales para dirección relacionados con capacidades emocionales, ya que estas facilitan el trabajo en el equipo. Qué bien. Si aparecen las emociones, aparecen las mujeres. Coincida o no, las mujeres están asociadas con este perfil más humano y empático. A ver si al final esta sensibilidad que traemos de serie y que estalla en llanto durante el ciclo menstrual nos acaba llevando a dirigir el mundo. Nunca se sabe. Por si acaso, sigamos siendo sensibles, que por lo visto gusta.

El ritmo de vida, la crisis económica o el desgaste del día a día son algunas de las causas atribuidas al hecho de que en los últimos doce años el consumo de somníferos y ansiolíticos en España haya aumentado en un 57% según la Organización de

Consumidores y Usuarios (OCU). El uso de antidepresivos se ha triplicado en diez años. Son cifras que comenzaron a aumentar antes de la crisis económica. El estilo de vida y las distintas presiones sociales provocan cada vez más ansiedad y mucha gente necesita recurrir a este tipo de fármacos. Las mujeres corren un mayor riesgo de sufrir una depresión, pero tienen más facilidad para pedir ayuda y acudir al médico. La cuestión que habría que considerar es si la presión es cada vez más fuerte, ¿por qué no la rebajamos en lugar de tomar tantos medicamentos? Tiene que haber un objetivo más allá de la vida personal. La realización está fuera de casa. Por eso el trabajo y el ascenso laboral están tan valorados. Porque los hombres lo han organizado de esta guisa. Recordad que hemos adquirido la mayoría de nuestros derechos como personas hace cuatro días. Eso no quiere decir que la organización social beneficie a los hombres. Pero es evidente que lo que a ellos les perjudica, a nosotras nos perjudica el doble. Si no, ¿por qué hay un día internacional de la mujer? Si no, ¿por qué hay un día internacional para la erradicación de la violencia contra las mujeres? Si no, ¿por qué hay un día internacional de las niñas?

Acoso laboral
Uno de los aspectos más preocupantes de las relaciones laborales es el acoso que muchas mujeres sufren en el trabajo. Es una violencia silenciada. Con pocos datos. El riesgo de perder el puesto de trabajo evita muchas denuncias. Es el arma de los acosadores. Personas sin empatía que manipulan y mienten de forma compulsiva sin más finalidad que la de someter a los demás. Hombres que consideran que poseen algún tipo de derecho sobre las personas y que convierten la vida de sus víctimas en un infierno.

Hasta que las víctimas, un día, cuando pueden, rompen su silencio y se convierte en un #MeToo mundial. Un ruido que hace saltar todas las alarmas que solo sonaban en nuestro interior. Y todas decimos #YoTambién. Es acoso, asimismo, la discriminación por embarazo o por maternidad. Son distintas formas de violencia que acompañan a muchas mujeres en el día a día. Mujeres rodeadas de cómplices de este acoso. La jerarquía laboral funciona mayoritariamente así: arriba, los hombres, abajo, las mujeres. Y calladas. En última instancia, todo tiene que ver con las relaciones de poder. Por eso conviene limitar el poder y, sobre todo, denunciar y solidarizarse de manera efectiva con las víctimas. Callar es una consecuencia del miedo. Pero si hay algo que dé más miedo es seguir silenciando a estos hombres que utilizan el chantaje de manera sistemática para conseguir favores sexuales, o que abusan de su poder basándose en una superioridad psicopática que, por otro lado, se ve favorecida por un sistema que se sustenta, fundamentalmente, a costa de mantener todo tipo de desigualdades.

La paridad es un tema que ha dado mucho que hablar. Suscita opiniones para todos los gustos. La mayoría está en desacuerdo porque considera que cada cual ha de llegar a la posición a la que aspire por méritos propios. Ya lo decíamos antes, como si desde hace siglos las mujeres no hubiésemos aguantado a una cantidad ingente de personal inútil en cargos significativos y muy significativos.

Hechos para memorizar
La paridad es necesaria porque es necesaria la costumbre, la cotidianeidad de ver a mujeres por todas partes, ocupando cargos y mesas de opinión. Una costumbre que no tenemos y es imprescindible para luchar en igualdad de condiciones.

La discriminación positiva es una manera radical de imponer la no discriminación. Es una postura que no gusta porque implica imponer, pero tras dejar pasar tanto tiempo y ver que, como mucho, formamos el 30% de algo, la única manera de mejorar pasa por la imposición. Ay, las cuotas. Hubo una época en que si te declarabas a favor del sistema de cuotas se te tiraban a la yugular como si fueras una terrorista de la peor calaña o una carcelera de Auschwitz. Te miraban con desprecio. Y entonces, te ponías en duda a ti misma. Porque eres de izquierdas y, mierda, las imposiciones no molan. Pero creces un poco y sigues dándole vueltas hasta que llegas a la conclusión de que la sociedad tampoco mola tanto, de que va muy despacio cuando le pones delante temas que no considera prioritarios (pero que lo son, insisto), y de que la imposición es la única vía para alcanzar ciertos objetivos. Ya les hemos concedido suficiente tregua, ¿no?

Muchas mujeres piensan que las mujeres hemos de alcanzar objetivos más ambiciosos por méritos propios. Estupendo. El problema es que esos méritos ya los tenemos. Pero su argumento es que no está bien que queramos quitarles el trabajo a sus maridos. Además, que las mujeres tengan ambición profesional es sinónimo de que subestiman lo más preciado para una mujer: la familia. La política también debe asumir la misión de acabar con estos estigmas. Campañas que nos enseñen que una mujer tiene todo el derecho del mundo a ser ambiciosa. Campañas que proclamen que la máxima aspiración de una mujer no tiene por qué ser formar una familia.

El argumento anticuotas se basa en el hecho de que, según sus defensores, las cuotas promueven que se coloque a las mujeres en determinados puestos por el mero hecho de ser mujeres. Pues sí. Pero es inevitable escuchar siempre sus mismos posicionamientos. “Vale, que sean mujeres, pero que sean las mejor preparadas, las más inteligentes, las más eficaces, las mejores en todo. Y, ya que estamos, si están buenas, mejor”.

La mayoría de hombres que ocupa determinados puestos lo hace por el mero hecho de ser hombres. Ni están mejor preparados, ni son los más inteligentes, ni los más eficaces, ni los mejores. Ni están buenos. Pero, claro, cuando reclamamos el derecho a la representatividad equitativa, se nos exige lo que no se exigían entre ellos. Y nosotras pensamos, si no somos las mejores, ¿nos lo merecemos? Y digo yo: ¿merecer? ¡Nos lo merecemos todo! ¡Somos mujeres, hombre!


La periodista Natza Farré (en Twitter, @natzafarre) es autora del libro Curso de feminismo para microondas (Now Books, 2018). Farré es pesimista de origen y persistente de adopción. Nació mujer y cree que morirá mujer. Vive en Barcelona. Trabaja en los medios de comunicación y es autónoma en el sentido fiscal del término. Cuando no escribe, se dedica a sacar fotos o a dormir. No tiene suficientes canas para teñirse y si se sube a unos tacones, se cae. Odia el calor en verano.

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