Teoría y práctica del centro político (y II)

15/01/2019

Hernando F. Calleja.

Decía la semana pasada que el centro político no alude a una posición geométrica o a un punto de equilibrio, sino que necesita de una ideología propia y sobre todo autónoma. Vamos a ello.

La consideración del individuo como eje de la ideología de centro es una condición inevitable. Frente a los que pretenden universalizar o colectivizar su pensamiento, aludiendo a la sociedad en general o a grupos de difusos perfiles (los necesitados, los más débiles, las clases medias, etc.) el centrista habla de personas, de cada una de las personas, que son los sujetos de derechos y obligaciones.

Poner al individuo en el centro justifica el otro punto de apoyo de la ideología centrista, que es la libertad, que al ser individual no se concibe como una facultad abstracta, sino como una práctica continua, insistente, cotidiana. Una libertad que es un prisma sólido, no una pirámide invertida, como se ve desde la izquierda y desde la derecha.

Esa libertad del centrista no es acomodaticia ni elástica, es, insisto, sólida y firme y, por ello, no es fraccional, sino total, completa, sin salvedades. Ocasionalmente y de forma justificada, esa libertad se delega en las instituciones, por razón de eficacia y armonía entre los individuos, pero éstos no deben olvidar que esas instituciones son sus delegados, no entes superiores que acaban dominando el espacio político y aniquilando las voluntades individuales.

El ejercicio permanente de la libertad individual lleva al centrista al laicismo. El centrismo político defiende la cultura laica, que no es, como algunos quieren hacer ver, el ateismo militante, sino la reserva de la práctica religiosa a lo individual, al ejercicio de su propia libertad, como lo son su empatía con una escuela filosófica, su predilección por un artista o un literato, su afición a la entomología o sus preferencias sexuales.

En la hipótesis, arriesgada sin duda, de que algún lector haya sobrevivido a los cinco párrafos precedentes, y sea cual sea su estado de ánimo, toca hablar de la praxis centrista, que vuelve a resumirse en el individuo como sujeto de derechos y responsabilidades, o lo que es lo mismo, a administrar su albedrío reflexivo y la elección no condicionada. Si esto se manifiesta en todos los órdenes de la vida, opción cultural, opción educativa, opción humanitaria, opción familiar, opción territorial… también, desde luego, en el ámbito de la economía. El centrista observa y actúa en la economía sobre la base de la libertad de opción individual. Y eleva esa opción a la práctica, en la dudosa posibilidad de que, en algún momento, obtenga un poder delegado para ello. Esa libertad económica choca, sin duda con los conservadurismos proteccionistas e intervencionistas y choca con los izquierdismos inmovilistas y dogmáticos.

Un último apunte, en forma de pregunta. ¿Con todo lo que se ha dicho, se cree alguien que el centrismo llegará alguna vez a ejercer el poder? Perdone, pero yo escribo Desde Utopía.

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