Sobre donantes y egoístas

16/01/2019

Luis Díez.

Tan generosos somos los españoles que año tras año seguimos encabezando la tabla mundial de donantes de órganos. En esto y en la producción de vino somos campeones. También en número de bares. Y además somos los segundos, detrás de los japoneses, que más años vivimos, aunque en esto también hay clases: en los barrios de clase media y laboral se vive de tres a cinco años menos que en el madrileño de Salamanca, por ejemplo.

La generosidad es tal que ya en 2006 se limitó por ley la donación de óvulos a 6 por donante y de esperma a 40 pichadas por individuo con fines de reproducción humana asistida, según acaba de recordar ahora el Gobierno a la diputada socialista Ángeles Álvarez, activista destacada en la lucha por los derechos de las mujeres. El asunto tiene interés porque muchas mujeres quieren ser madres sin apareamiento ni arrimo ni convivencia con macho. Es su derecho. Y es perfectamente posible la fecundación de los ovocitos con los gametos masculinos gracias a la biotecnología. De ello dan cuenta una diputada del PP catalán y una exminsitra, también del PP, con hijos probeta perfectamente protegidos por la confidencialidad.

La limitación de donaciones fue fijada para no superar el número de seis hijos de la misma donante y, también, según la respuesta gubernamental, con el fin de evitar en lo posible los riesgos derivados del uso continuado o demasiado frecuente de los procedimientos invasivos inherentes al proceso. Sin embargo, en el caso de los machos se ha fijado un número de eyaculaciones arbitrario que más parece relacionado con un programa musical (Los cuarenta principales), la duración de la oprobiosa e incluso los seguidores de Alí Babá.

Cuarenta eyaculaciones equivalen a seis por óvulo y sobran cuatro. Podrían haber fijado el máximo en 36 para ser coherentes o, dado que el promedio del hombre se cifra en 5.000 cópulas, habría sido congruente el 1% (50 dosis). Pero doctores tiene (y muy buenos) la sanidad española. De lo que carece el sistema, según la respuesta gubernamental, es de un Registro Nacional de Donantes y Donaciones. ¿Acaso se necesita?

La inspección sanitaria tiene acceso a los centros y servicios de Reproducción Humana Asistida (RHA) y realiza el control de las donaciones. Los donantes deben declarar en cada aportación si han realizado otras antes e indicar el momento y el centro donde las hubieren hecho. Pero para controlar mejor el asunto “ya está en fase de implantación el Registro Nacional de Donantes y Donaciones”, dice la ministra María Luisa Carcedo. Ya antes de nacer somos archivo.

Aunque seamos generosos tenemos un problema: procreamos poco y ocupamos los últimos puestos de la tabla en nacimientos. Nacemos menos de los que morimos. Sufrimos un desequilibrio peligroso, achacable a unas condiciones sociales y económicas poco propicias a la descendencia. Hemos entrado en el bucle. Pero como somos tan generosos y además ocurrentes, Ciudadanos, el partido de Albert Rivera, defenderá en cuanto se reanude el periodo de sesiones en el Congreso su proposición de ley sobre la “maternidad subrogada”, eso que en quince países del mundo, incluido Estados Unidos, se conoce como “vientres de alquiler” y que los progresistas y muchos conservadores rechazan por lo que tiene de nuevo mercantilismo del cuerpo de la mujer.

Es probable que el líder naranja y algunos seguidores consideren que la regulación de la gestación de hijos para otros abrirá las puertas de un nuevo y extraordinario altruismo, pero si así fuere, la generosidad de las mujeres españolas habría evitado hace tiempo que los bebés lleguen de Ucrania, Estados Unidos y varios países de América Latina a precios por el alquiler de vientes y beneficios de las agencias y despachos de abogados que oscilan entre 70.000 y 100.000 euros por hijo. Se estima que las cigüeñas han traído más de mil bebés por este procedimiento a las casas de los ricos en los dos últimos años. Hasta hace bien poco robaban bebés en los paritorios de la patria, ahora eligen gestante y los traen del extranjero para, en la mayoría de los casos, evitar las molestias del embarazo y el supuesto deterioro del cuerpo. Es la otra cara de la generosidad implícita en la adopción. Es redomado egoísmo.

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