Una mirada a la vida con ojos de alquitrán

18/01/2019

Miguel Ángel Valero. María Alcantarilla muestra en "Introducción al límite" que "ni tu propio lenguaje sabe hablar de la verdad".

La versatilidad de María Alcantarilla ( poetisa, novelista, pintora, fotógrafa, artista audiovisual, profesora de Lengua y Literatura, directora del Aula de Escritura Autobiográfica de la Universidad de Cádiz, entre otras actividades) se percibe en «Introducción al límite», la última incorporación a la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara. La fotografía que ilustra el libro es de la propia autora

En sus escasas pero muy bien aprovechadas 87 páginas se encuentra una poesía que coquetea con la prosa y que linda con el ensayo, que invita a la reflexión, que plantea cuestiones problemáticas y preguntas que espantan a la complacencia. Es una poesía para leer (y volver a hacerlo al menos dos veces más) detenidamente, para poder saborear esa voz personal, original.

Una voz que muestra el lenguaje como mapa, porque es lo que nos define y cómo nosotros definimos el mundo, que enseña que la realidad es múltiple, que hay que ser muy valientes para reconocer que se tiene miedo.

«Introducción al límite» es un poema río, con una prosa que complementa los versos hasta el punto de confundirse con ellos, de no entenderse los unos sin  la otra (y viceversa). Que mira la vida «con ojos de alquitrán», denunciando «el vacío de aquellos donde hablar no consiste en entenderse».

Que se enfrenta a «esta cohorte que me obliga a hablar de la existencia como un punto y final planificado». Cuando «el tiempo es una curva que sucede de forma interminable, que tiende hacia la nada». Y la eternidad «es una orilla en la que hoy has visto tu reflejo».

María Alcantarilla habla en sus versos y en su prosa de la muerte, «espacio donde descansa el hombre de sí mismo». «Morir es estar muerto porque hay alguien que ajusta su lenguaje a un hecho aislado». Pero reconoce que «no hay luz que sepa estar eternamente».

Esa muerte, «el gran adiós que desoímos», que «también ella nos mira con temor y se pregunta, después, por el silencio».  Y el mundo «nos cede un sitio aparte para guardar la vida de otras muertes»

Se pregunta «quién puede distinguir en el dolor lo mismo que observa al no sentirlo». Porque «todo cuanto duele es la memoria». «Nacer es parcelar todo el dolor y que la luz contemple su gran obra», proclama la obra.

No quiere vivir en un mundo en el que «nadie puede oír porque es el ruido mayor que el pensamiento». Donde está el «gran fracaso de no saber hablar más que en silencio o reducir la voz a un falso apego». «Ni tu propio lenguaje sabe hablar de la verdad», se lamenta María Alcantarilla.

Habla de la vida, «cuyo grito se lastima porque ha olvidado el modo en que la voz también quiere nombrar a las palabras».  «Y es nuestro silencio el que responde con la voz de quien no conoce el tiempo».

Y de la literatura: «el gesto de escribir es solitario, igual que nadie oye nuestra voz mientras pensamos».

También hay sitio para la esperanza: «miramos con la escueta certidumbre de hallar tras la rotura a un hombre nuevo», «el preludio de otra vida que debe construir un tiempo nuevo: el pertinaz instinto de volverse a levantar tras la caída».

 

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