‘La culpa’, Un Mamet menor

25/01/2019

Luis M. del Amo. Llega al Teatro Bellas Artes de Madrid un nuevo drama del autor de ‘Oleanna’.

Algo marcha mal en el desarrollo de La culpa, la última obra de David Mamet, el célebre dramaturgo norteamericano, llegada a los escenarios madrileños. No se trata principalmente de un fallo en la interpretación de su elenco, compuesto por Pepón Nieto, Ana Fernández, Miguel Hermoso y Magüi Mira. Quizás tampoco de la orquestación que su director, Juan Carlos Rubio, ofrece a este su tercer Mamet. Ni tampoco del resto de elementos de este montaje producido por Pentación. Quizás la explicación sea más sencilla. Y es que el texto de Mamet no se halla en esta ocasión a la altura de su genio.

La obra del autor de Chicago, responsable de las excelentes Oleanna o Glengarry Glen Ross, llega precedida de horribles críticas reproducidas en los periódicos de Estados Unidos después de su estreno en 2017. Unas críticas que apuntan, entre otras cuestiones, a la debilidad del texto como motivo principal del escaso recorrido dramático de la nueva pieza del dramaturgo. Y que señalan, como asunto esencial, a un recurso, que Mamet se reserva para el final de la obra, como es la revelación de un secreto por parte del protagonista, como principal falla que imposibilita el éxito del drama.

Esta cuestión, que despierta interpretaciones diversas, no puede ser abordada aquí con la suficiente claridad. Sin embargo, hay que decir que nosotros nos decantamos por que el protagonista oculta esta razón secreta hasta el final de forma consciente; y no porque esta revelación constituya para él una suerte de anagnórisis; es decir, una revelación que incluso a él le sorprende sobre su propio carácter o destino (como su filiación para Edipo).

Protagonista unidimensional

De acuerdo a esta tesis, echamos en falta en la interpretación de Pepón Nieto, su protagonista –un psiquiatra que se niega a declarar en el juicio de su paciente, tras cometer este un crimen múltiple — esa doblez, que indique la existencia de este ocultamiento. En su lugar, el psiquiatra se limita a orquestar un rosario de negativas en respuesta a los ruegos con que su mujer y su abogado le presionan para que acepte declarar en el juicio.

De este modo, la composición del papel principal aparece como excesivamente plana, privada de esta doble dimensión; a causa, o bien de un fallo en la dirección, o por defecto en la construcción textual del edificio dramático.

Así, sin que podamos comprender al personaje protagonista, el montaje aparece lastrado a ojos del espectador por una mortal planitud, que solo esquiva una de sus escenas. Concretamente, el enfrentamiento entre el abogado defensor, que interpreta Magüi Mira, y el psiquiatra-Nieto, donde, esta vez sí, el conflicto se explicita en torno a asuntos muy queridos por Mamet, como son la responsabilidad individual, la presión social y el significado de la ética o de la religión.

Con esta única excepción, lamentablemente el resto de escenas aparecen como un frontón dominado por las negativas del psiquiatra; y no logra levantar el vuelo. Lo que priva a los espectadores, en esta ocasión, de disfrutar de las diatribas del norteamericano en torno a asuntos siempre de la mayor actualidad e interés.

Hasta el 24 de marzo, teatro Bellas Artes de Madrid.

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