Los centinelas no estaban en sus puestos

01/02/2019

Miguel Ángel Valero. Ernesto Ekaizer muestra en "El Libro Negro" los fallos en la supervisión de las entidades financieras durante la crisis y, especialmente, en la operación de creación y salida a Bolsa de Bankia.

Después de leer las 738 páginas de «El Libro Negro. La crisis de Bankia y las Cajas. Cómo falló el Banco de España a los ciudadanos», de Ernesto Ekaizer y editado por Espasa, no se puede estar más de acuerdo con William Black, abogado responsable en el órgano regulador de las cajas de ahorros norteamericanas, que escribió un libro titulado ‘The Best Way to Rob a Bank is to Owne One’, «La mejor manera de robar un banco es ser su propietario».

Ese libro, citado en la obra de Ekaizer, narra «cómo los ejecutivos y los políticos saquearon la industria de las cajas de ahorro» a principios de los años 80 del pasado siglo en EEUU.

No cita Ezaiker, pero podría perfectamente haberlo ello, a Josep Conrad en «Victoria»: «Es el mundo financiero un misterioso mundo en que, por increíble que parezca el hecho, la evaporación precede siempre a la liquidación. Primero, evapórase el capital, y luego va la compañía a la liquidación». O a Tomás Moro en «Utopía»: «donde quiera que exista la propiedad privada y se mida todo por el dinero, será difícil que el Estado obre justa y acertadamente». O a Mario Puzo en «Omertá»: «¿Por qué se iba uno a molestar en montar negocios ilegales, siendo así que resultaba mucho más fácil robar millones creando tu propia empresa y vendiendo acciones a la gente?».

Unas décadas después, la historia de las cajas en EEUU vuelve a repetirse, pero en lasespañolas, como narra Ekaizer en su monumental obra. Habla de Banca Cívica, del Banco de Valencia (controlado por Bancaja), la CAM, Catalunya Banc, el Banco Pastor y el Popular, y sobre todo de Bankia. Llama la atención que el veteramo periodista, autor de libros sobre José María Ruiz Mateos, Mario Conde, la crisis («Indecentes. Crónica de un atraco perfecto), entre otros, ‘olvide’ escándalos como el de las cajas gallegas.

En cualquier caso, lo importante son las lecciones que deben extraerse de todas esas situaciones. Ekaizer cita a Miguel Ángel Fernández Ordóñez, más conocido como MAFO, gobernador del Banco de España en aquella época: «Las peores consecuencias de una crisis no es la crisis en sí, sino sus respuestas».

En este sentido, es muy ilustrativo el informe de la comisión de investigación de la crisis en EEUU (nada que ver con lo que ha hecho el Parlamento español), que en enero de 2011 habla de «fracasos generalizados en la regulación y supervisión financiera», lo que «resultó devastador para la estabilidad de los mercados financieros».

«Los centinelas no estaban en sus puestos, en gran parte debido a la fe ampliamente aceptada en la capacidad natural de autocorrección de los mercados y la disposición de las instituciones financieras para ser policía de ellas mismas», añade el informe, que debería ser lectura obligada para todos los banqueros y para los supervisores de éstos.

Avisos despreciados

El caso es que el 26 de mayo de 2006, la asociación de inspectores del Banco de España (como hiciera Raghuram Rajan, economista jefe del Fondo Monetario Internacional, el 27 de agosto de 2005, sobre los riesgos que estaban asumiendo los bancos en todo el mundo, advertencia, por cierto, olímpicamente despreciada por el director gerente del FMI, un tal Rodrigo Rato, luego presidente de Caja Madrid y de Bankia antes de su nacionalización) avisan de la necesidad de adoptar medidas urgentes para prevenir el colapso del sistema financiero español. La cúpula del supervisor, el Ministerio de Economía y el Gobierno ignoraron el aviso. Y así nos fue luego.

El 3 de octubre de 2017, Pedro Sánchez, presidente de la Asociación de Inspectores del Banco de España, recuerda que «si se permite que el sistema financiero se dirija al abismo, lo normal es que el sistema financiero se despeñe».

Y Juan Antonio Delgado, secretario general de la Asociación y uno de los inspectores en BFA-Bankia, denuncia «la captura del supervisor ante la influencia de las propias entidades supervisadas».

También dice que «los equipos de inspección no llevaron a cabo revisiones previas completas de los estados financieros de las entidades que participaron en los procesos de fusión», lo que «explica también que casi ninguna de las fusiones realizadas haya sobrevivido». Banca Cívica terminó en manos de CaixaBank; BMN, en las de Bankia, operación de 7 cajas que desembocó en la nacionalización; CatalunyaCaixa, ya bancarizada, en el BBVA; Caja 3, en Ibercaja; Novacaixagalicia, en Abanca (controlado por el grupo venezolano Banesco); Caja España Duero, en Unicaja. Sólo sobreviven Liberbank, en pleno proceso de absorción por Unicaja; y Kutxabank, la integración de las cajas vascas.

Toda esta historia deja otra lección, quién paga la factura de los platos rotos. Ekaizer cita al economista Hyun Song Shin, responsable de Investigación del Banco de Pagos Internacionales de Basilea: «los bancos son globales mientras viven, pero son nacionales cuando mueren», ya que tienen que ser rescatados por los contribuyentes.

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