‘La resistencia’, Del amor y la escritura

05/02/2019

Luis M. del Amo. Israel Elejalde dirige en los Teatros del Canal un notable texto de Lucía Carballal.

Volvería mañana mismo a ver La resistencia, el montaje basado en un texto de Lucía Carballal, la joven dramaturga becada por el Teatro Kamikaze, que interpretan en los Teatros del Canal de Madrid Mar Sodupe y Francesc Garrido bajo la dirección de Israel Elejalde. Sin embargo, si pudiera, entraría a ver la función a partir de la mitad, una vez superada una primera fase, enervante para mí, debido a su amaneramiento, pero que, con el devenir de las escenas, acaba por fascinar al espectador, y atrae de lleno su atención, desde ese momento en que dirección y actores aciertan a encarrilar el drama hacia un tono más propicio para esta intensa indagación sobre el amor y la autoría artística.

Y es que este drama, octava obra de la treinteañera escritora Lucía Carballal, se compone de dos partes muy distintas entre sí; dos piezas de una trama que gira en torno a asuntos como la creación artística y el amor que se establece entre una pareja de escritores separados por unos años en sus edades – ella, 47 años; él, 55 años –, pero también por su procedencia y talento artísticos.

En un momento significativo, la pareja se enfrentará a algunas revelaciones esenciales, sobre sus respectivas obras y su relación sentimental, que dispararán un duelo dialéctico donde no falta alguna digresión de altura sobre el amor, el quehacer artístico y otros asuntos en esa noche de brutal sinceridad.

Elementos distanciadores

El montaje, para dos actores, se desarrolla íntegramente en un solo espacio, un restaurante, por donde evolucionan los dos personajes. Personalmente he de decir que la primera parte de la función me sacó de mis casillas; no solo por el acento de Garrido – forzado hasta el más histriónico ‘pijismo’ – sino también por la artificial separación de ambos personajes, orquestada desde la dirección.

Una mascarada esta del espacio y del habla que ejerce un efecto distanciador, en el peor sentido de la palabra, sobre el espectador o al menos sobre mí, que más de una vez hube incluso de reprimir la risa. Sin embargo, la cosa cambia – y cómo – llegado un punto en que los personajes – ¡por fin! – se acercan; y rompen a hablar en una conversación plena de intensidad, que se inicia con algunos asertos sobre la escritura automática.

A partir de este momento, la obra gana altura; y ya no dejará de interesar hasta un final hermosísimo, dejando además por medio escenas de una belleza rutilante, plenas de sentido y de verdad, que se producen prácticamente a cada uno minuto de la representación.

En cuanto a los actores, y aunque creo muy desafortunado ese deje inicial, hay que estar ciego para no darse cuenta de que Francesc Garrido es un actor competente, muy bien dotado para la interpretación naturalista, y se deja ver en este montaje donde el actor da vida a un pomposo escritor. En cambio, en relación a su compañera, Mar Sodupe, se echa en falta en mi opinión algo más de ironía y desfachatez en el tramo inicial de la obra; si bien la actriz, llegado el momento final de la función, y cuando la obra le exige al máximo, se muestra espléndida y pletórica de emoción.

Hay que verla en el momento en que su compañero le revela su verdadero pensamiento acerca de su talento artístico, rota, y también durante ese progresivo apagamiento del final, cuando, bajo la iluminación concebida por Paloma Parra, Sodupe deja en escena toneladas de emoción, tan palpable que traspasa sin esfuerzo el patio de butacas.

En definitiva, un texto muy notable, cuya puesta en escena logra encarrilarse a partir de la mitad de la representación, dejando en el espectador un poso muy notable, y muchas ganas de conocer más de su libreto y autora.

Muy recomendable.

Teatros del Canal de Madrid.

Hasta el 17 de febrero de 2019.

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