Incendios de autor

19/02/2019

Luis Sánchez-Merlo.

Con tantas áreas calcinadas y miles de hectáreas devastadas cada año ¿no conoceremos nunca a alguno de los autores de los incendios que no dan tregua?

Pregunta inevitable que supongo se harán, entre otros muchos, la perseverante Guardia Civil y los esforzados soldados de la UME que, año tras otro, combaten la plaga del fuego a lo largo de la geografía española.

Los pioneros eucaliptos, una especie que requiere poca dedicación y proporciona buenas utilidades a los papeleros, siempre han andado revoloteando en el debate en torno al origen del fuego.

Más tarde, la protagonista indiscutible fue la codicia inmobiliaria que siempre aparece en busca de más suelo para seguir hinchiendo la naturaleza. De nuevo, la sospecha de negocio gravitando alrededor de las llamas. Y nunca, pruebas concluyentes sobre la autoría del crimen. Y desde luego, ausencia de referencias sobre nombres, filiación…de los posibles autores.

Los medios se ocupan, con profusión, de la devastación pero pronto desertan de hurgar en las lóbregas cuestiones sobre el origen del mismo, aunque la muletilla siempre suele ser siempre la misma: “intencionado”.

Según Ecologistas en Acción, en España, el 78% de los incendios forestales son producidos por el ser humano. Este dato revela la ínfima conciencia de la población sobre el valor económico, social y ecológico de los montes y la importancia de su conservación. Se desconoce su causa en el 16% de los casos y el 4% tienen su origen en rayos.

No hemos visto, prácticamente nunca, en los informativos de televisión ni en las primeras páginas de los periódicos, fotos de sospechosos con presunción de inocencia pero susceptibles de haber sido los autores. Un misterio insondable.

Cuando en sede municipal o parlamentaria, se escudriñan ocasionalmente nimios detalles de los hechos, llama la atención la falta de interpelaciones o solicitud de comisiones de investigación sobre las consecuencias, de todo tipo, relacionadas con la voracidad del fuego destructor. Un arcano, digno de estudio.

Para los políticos, la gestión de una calamidad (como es un incendio) resulta un éxito cuando se cumple el objetivo de que no haya ninguna víctima. Y ahí parece agostarse el esfuerzo por elucidar lo que pueda haber de complicidades detrás de la catástrofe. Hasta la siguiente.

Entre 1980 y 2016, se ha quemado el 11% de la superficie total de España. Mas de la mitad, el 53,6% de los incendios españoles, se producen en Galicia. Le siguen Castilla y León con un 10%, y Asturias con un 7,8% de los incendios.

Esta distribución territorial de los incendios pone en evidencia, según los ecologistas, que el elemento esencial de los incendios no es el factor climático, sino la intencionalidad de los mismos. Poco se habla de que el drama de los incendios es uno de los mayores problemas estructurales, cuando se trata de calibrar los factores que agravan el calentamiento global.

Galicia, que presenta el mismo tipo de bosque que Portugal (país europeo más afectado por la plaga de los incendios de los bosques) es la autonomía que ha resultado más afectada por los fuegos. En ambos casos, con similares circunstancias asociadas a la fragmentación de la propiedad y el abandono del medio rural.

La combinación de una especie exótica invasora como el eucalipto, con nuevas condiciones climáticas, de mayor calor y más sequía, está materializando un nuevo régimen de fuego que favorece incendios más frecuentes, más intensos y que expanden los eucaliptales. Esto lleva, indefectiblemente, a la demonización del eucalipto.

Dos estudiosos portugueses, Camargo y Pimienta, autores de un libro “Portugal en llamas. Cómo rescatar los bosques”, establecen una conexión directa entre el galopante incremento de los incendios forestales en Portugal y la extensión de su árbol más abundante, el eucalipto.

Donde, en nuestra opinión, se quiebra su lógica conspirativa sobre la expansión del eucalipto en Portugal, una de las zonas del mundo en la que mejor se da una de sus variedades, la glóbulus, es cuando califican de mito la incidencia de la acción de los pirómanos, simplificando la compleja casuística de los incendios.

No podemos compartir la angelización del delincuente por su extracción social, sobre todo si se trata de un adolescente. La explicación low cost es que la culpa es de la sociedad que no hizo lo necesario para llevarlo por buen camino, aunque no hay que inadvertir que, con frecuencia, políticos y padres descuidan la educación y la transmisión de valores y principios.

Para dar cuenta de una realidad marcada por la violencia, como la que se está viviendo en nuestra sociedad, no se victimiza al delincuente, hoy sin códigos, preparado para delinquir pero no para matar. Cada uno es responsable de sus actos y por ende, responsable ante la Ley.

Siempre nos quedará la coartada, menos justiciera, de recurrir a los rayos durmientes para justificar que los incendios vienen provocados por estos rayos latentes que caen sobre los árboles durante las tormentas secas.

Según los meteorólogos, el rayo que impacta en un árbol durante la tormenta seca puede llegar hasta la raíz y, debido a las altas temperaturas del propio rayo y la falta de oxígeno, quema el interior, pero el fuego puede tardar de 24 a 48 horas en hacerse visible.

Todo ello, con tal de evitar la criminalización de los posibles autores, que nunca comparecen para, al menos, tratar de dar algún tipo de explicación a igniciones que tienen su origen en distintos brotes, sincronizados en el tiempo y en el espacio. Incendios de autor.

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