Feudalismo digital

03/03/2019

Miguel Ángel Valero. Cristóbal Cobo reclama en "Acepto las condiciones" una "ciudadanía digital" capaz de enfrentarse a una situación en la que "unos pocos administran los datos y una gran población los entrega sin recibir una compensación económica".

Este libro de Cristóbal Cobo, investigador del Instituto de Internet de la Universidad de Oxford y director del Centro de Estudios Fundación Ceibal en Uruguay, es de los que quitan el sueño, de los que no dejan dormir. Afortunadamente. «Acepto las condiciones. Usos y abusos de las tecnologías digitales«, editado por la Fundación Santillana, inquieta nada más abrirlo: «Veinte años después de la masificación de Internet esta plataforma ha dejado de ser concebida solo como una herramienta de inclusión. Hoy genera y amplifica nuevas formas de poder y control».

Cobo habla de «feudalismo digital»: «unos pocos administran los datos y una gran población los entrega sin recibir una compensación económica». Y alerta de que en la concentración del poder digital en unas pocas compañías (las GAFAM: Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft) crea «nuevas formas de exclusión y periferia».

Denuncia que los algoritmos que dan vida a las herramientas digitales son «una realidad modificada para satisfacer los intereses de unos pocos», «instrumentos que manipulan nuestra percepción y que nos llevan a tener una comprensión sesgada de la información». «No existe un algoritmo éticamente neutro», proclama el autor.

Avisa que los Estados llegan tarde para regular de manera apropiada los cambioos tecnológicos en defensa de los intereses de unos ciudadanos quw carecen «de las herramientas para poder regular y administrar su vida digital». Y reclama «una ciudadanía digital que permita comprender y actuar frente a las nuevas reglas del juego».

Unos ciudadanos que asuman que las tecnologías no son neutras. Qeu abandonen «la ingenuidad digital» para «reflexionar» sobre el protagonismo que han adquirido éstas, y exigir «nuevas formas de transparencia y rendición de cuentas» en un sistema donde «la gratuidad no existe, el coste siempre lo asume un tercero».

«Las tecnologías se han convertido en herramientas prácticamente irresistibles que van acompañadas de diseños y funcionalidades y que producen efectos e impactos no necesariamente deseables para los usuarios», argumenta Cobo, que reclama «transformaer las herramientas antes de que éstas nos transformen a nosotros»

Como escribe Luciano Floridi parafraseando a «1984» de George Orwell, «quien controla las preguntas controla las respuestas, y quien controla las respuestas controla la realidad».  Cobo añade: «quienes controlan los datos controlan el futuro».

Basta un dato: desde 2015 Google es la empresa que más dinero invierte en influir en el Gobierno de EEUU, superando a los contratistas militares como Lockheed Martin o a las petroleras como Exxon Mobil.

«El primer paso para no ser manipulado está en entender las formas de poder, control y dependencia que hoy existen«, subraya Cobo. Porque «vivimos en una economía de datos basada en un sofisticado aparato de vigilancia de extraordinario alcance que acapara casi cualquier aspecto de la información personal», y cuyo uno de sus principales logros es que «la vigilancia se ha hecho invisible»

Donde «el usuario no necesariamente es el cliente, sino que en muchos casos es un proveedor de datos que serán vendidos o transferidos a terceros«.

Además de «no limitar la vida pública y social solo a lo que acontece en las pataformas digitales», hay que comprender que «nuestros datos tienen un valor, no pueden quedar a merced de terceros, en manos de otros que los comercializan o manipulan sin que siquiera lo sepamos

El libro muestra cómo el Gobierno chino ha instalado cámaras de reconocimiento facial que permiten analizar el comportamiento de los estudiantes durante las clases. Cómo existe el peligro de que las personas cedan a los algoritmos «la autoridad para tomar las decisiones más importantes en ssu vidas».

Cobo cita a Lewis Mumford, que en «Técnica y civilización» escribe que «los problemas sociales derivados de la tecnología no se resuelven con más tecnología».

 

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