Reciclaje vital

15/03/2019

Miguel Ángel Valero. "Soy feliz y ya no temo nada", porque "no hay mayor grandeza que dejarse descubrir, ni peor manera de vivir que saberse eterno", proclama Yolanda Morató en "Ahora".

En «Ahora» (colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara), hace Yolanda Morató, traductora y profesora de Filología Inglesa en la Universidad de Sevilla un auténtico ajuste de cuentas con el presente. Pero no desde una nostalgia del pasado, porque «ninguno fue mejor». El pasado sólo le interesa a la autora para «tratar de explicar el presente». «El pasado desprende ese olor a cerrado que tienen los armarios sellados hasta hoy», proclama en el poema «CFC».

Confiesa la autora un salto «grande» respecto a su primer libro de poemas «Nadie vendrá a salvarnos» (2015): «hay más autocrítica, más labor de poda de lo que sobra, de lo que no es necesario que esté».

En la portada figura la mano que simboliza la alquimia: «en tiempos de crisis se recurre a la magia, en vez de a una mirada más científica para tratar de explicar lo que sucede». En uno de los poemas, afirma que «lo que necesita una buena mentira es encontrar a alguien que quiera creérsela».

«Los poemas bien tienen, al menos en un principio, algo de foto robada. Siempre hay alguien que cree descubrir lo que no has visto», canta.

Defiende Yolanda Morató el «reciclaje vital», «la necesidad de volver a empezar una y otra vez. Y al mismo tiempo el dolor como aprendizaje. «Con esos puñetazos que das por dentro, qué grande eres, dolor, cuando te empeñas. Me has enseñado el camino difícil y ahora celebro cada instante de la vida», afirma en «Bien Mal».

«Hay que saber interpretarlo», porque es un dolor «social, preguntas que siempre están ahí, que te interpelan, explica Yolanda Morató. «No hay equilibrio, ni hay espacio en el que sentirse tranquila cuando la goma elástica de la vida estira y afloja a su antojo», recita en «Sala de espera»

En las escuetas 61 páginas de «Ahora», hay mucha poesía. Comenzando por el primer poema, «Biografía no autorizada», que surge de un desahucio, de un expolio, «de ver el contenido de la casa de una anciana esparcido entre escombros en un contenedor de obra».

Canta también «los silencios, tan cargados de ruido y palabras que son insoportables». Porque «el silencio es mucho más fuerte que cualquier cascada de frases».

Al final, «soy feliz y ya no temo nada», porque «no hay mayor grandeza que dejarse descubrir, ni peor manera de vivir que saberse eterno».

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