Bienvenidos a Madrid, capital de España

18/03/2019

Carmela Díaz.

Pongamos que hablo de Madrid, que trovaría el maestro Sabina. O de esa ciudad de todos, puerta siempre abierta, que entonaría Víctor Manuel. La capital de España es pura libertad, urbe cosmopolita, diversa, acogedora, respetuosa y agradecida; una metrópoli que sabe mirar a los ojos, donar sonrisas y extender sus brazos. La capital que todos desearíamos tener: hasta aquellos que quieren independizarse de ella.

Madrid desprende señorío y elegancia ante cualquier desafío. También ante los portadores de anticonstitucionales esteladas que han disfrutado de un espacio engalanado con los emblemas de la concordia y el saber estar. Los visitantes catalanes han descubierto que sus compatriotas son unos personajes amables, alejados de fobias xenófobas e ideológicas, desligados de manipulaciones e imposiciones. Los pacientes moradores capitalinos aceptan a cualquiera, obviando doctrinas y procedencias. Nadie acosa al diferente ni revienta proclamas ajenas. Al contrario: los madrileños han compartido con los impulsores de la independencia -generosamente y sin aspavientos- una de sus principales vías y dos de sus emblemas: Cibeles y Neptuno. Con ese movimiento que reniega de España, su propio país, por “fascista, dictatorial y opresor”.

Esta manifestación ha resultado una grandiosa oda a su incongruencia, un antídoto a las fantasías que sustenta ese ideario colectivo diseñado en un universo paralelo de fábulas y patrañas. La normalidad que la capital del reino ha mostrado este fin de semana -sin insultos (el recurso de los ignorantes) ni descalificaciones; quizá sí con indiferencia y cierta displicencia- deja en evidencia el acoso que padecen los constitucionalistas en muchos actos celebrados en Cataluña. Esa controvertida línea que algunos denominan libertad de expresión o provocación según su conveniencia e intereses.

A ver cómo exhiben ahora sus líderes ante el mundo semejante concentración de tolerancia en pleno corazón de la nación, mientras intentan constatar sin prueba alguna “la brutal represión, la angustiosa opresión y la carencia democrática” de la España que supuestamente los castiga. Menos victimismo y más realismo. Les invitamos a que desfilen también por Valencia, Santander, Valladolid, Tenerife, Teruel o Sevilla. Por Málaga, Coruña, Murcia, León, Palma, Toledo o Logroño. Por tierras manchegas, gallegas, riojanas, andaluzas, asturianas, aragonesas, castellanas, levantinas, cántabras o insulares. No se puede apreciar, admirar ni querer lo que se desconoce.

Liberen sus mentes y salgan de sus campos y provincias para comprobar cómo desde cualquier región de España las gentes sonríen a su paso y los tratan afectuosamente. Comprueben por sí mismos -y no por lo que otros les inculcan desde sus acomodados púlpitos- cómo sus “opresores” les ceden complacidos sus céntricas plazas y bulevares para que puedan testimoniar el alcance de su “tiranía”. Esta manifestación ha reflejado (una vez más) la fortaleza del Estado y la solidez de la democracia española. Ser indepe no es delito: sí lo es incumplir las leyes y desacatar la Carta Magna. Porque nada está por encima de la ley. Ni siquiera la democracia.

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