‘Jauría’: El fin de la inocencia

22/03/2019

Luis M. del Amo. Miguel del Arco dirige una nueva obra de teatro documental escrita por el celebrado autor de ‘Ruz-Bárcenas’.

La llegada al teatro del caso de La Manada, el juicio por un delito sexual contra una joven perpetrado en los San Fermines en 2016, subraya el carácter paradigmático de este asunto, de enorme repercusión mediática. Más allá de opiniones personales, lo cierto es que quizás lo más interesante del caso resida, no en sus certezas, sino en su extensa zona de grises, un lugar donde destaca en primer lugar el hecho de que la denunciante no alegara que los cinco denunciados — cinco varones sevillanos — utilizar la violencia, al menos explícita, contra ella para introducirla en el portal donde, según la sentencia judicial, mantuvieron relaciones sexuales — nunca consentidas, según la denuncia; todo lo contrario, según los hoy condenados – , así como otra circunstancia muy peculiar, como fue que la defensa presentara, en descargo de los jóvenes, unos vídeos grabados esa noche en dicho portal.

Una ambigüedad que provocó brechas, no solo entre los tres magistrados que juzgaron los hechos en primera instancia – uno de ellos llegó a pedir la libre absolución –, sino en toda la sociedad, que se polarizó en buena medida en relación a este asunto. Finalmente, un tercer elemento, como el protagonismo rampante de las redes sociales y los nuevos medios de comunicación, en diferentes partes del proceso y con diversos protagonistas, elevó este caso a un lugar absolutamente central, llamado quizás a convertirse en punto de inflexión en relación a distintos discursos.

Un caso paradigmático, sin duda, que marca algo así como el fin de la inocencia de un modelo social construido sobre el uso y abuso del procedimiento, tantas veces narcisista, de comunicación a través de redes sociales, y de la accesibilidad plena a contenidos, antes considerados muy reservados, como el ‘porno’ más duro, que hoy cuelgan accesibles a cualquiera, en la Red.

Estos elementos convierten el caso de La Manada en un asunto del mayor interés. Y así lo ha entendido el dramaturgo Jordi Casanovas, quien ya mostró finísimo oído llevando a escena el caso Bárcenas, en su Ruz-Bárcenas – una obra quizás superior a esta Jauría, al menos en cuanto a su capacidad para desvelar un mundo oculto como el de la corrupción – y que ahora construye de nuevo su texto espigando frases del juicio a la Manada, y construyendo exclusivamente con ellos su artefacto dramático.

Utiliza Casanovas las declaraciones de los implicados en el caso, no solo de la víctima, sino  también de los acusados, y de los numerosos juristas que intervinieron en la vista — todos ellos interpretados por cinco actores y una actriza — para construir un drama profundamente  significativo, en torno por un lado a la vulnerabilidad de la víctima, y por otro a la inconsciencia de los cinco jóvenes, una pandilla festiva y guasona, que no muestra la menor conciencia de haber cometido un abuso.

En el apartado interpretativo destaca por un lado María Hervás, la actriz que da vida con  pasmosa naturalidad tanto a la víctima como posteriormente a la fiscal del caso, y por otro  los cinco actores que dan vida a los acusados, Fran Cantos, Álex García, Ignacio Mateos, Raúl Prieto y Martiño Rivas – magníficos en su doble composición de denunciados por un lado y abogados de la defensa, por el otro — y que se muestran absolutamente conjuntados, atentos a la interpretación del grupo, siempre abiertos a lo que ocurre en escena.

El director Miguel del Arco monta con estos elementos la acción sobre una doble altura. En primer término se celebra el grueso del juicio y las declaraciones, y al fondo, elevado sobre el resto, se revive en un cubículo la noche de los hechos, que fueron considerados finalmente abuso. Un cubículo que sirve además para resaltar el sufrimiento de la víctima al revivir los hechos durante la vista, donde se añade además la publicidad del asunto, resaltada encendiendo la luz de sala, que ilumina al público.

Dejando de lado otras consideraciones, como el deber de los magistrados de interrogar a fondo a la denunciante — y más en un caso donde su testimonio es la principal prueba de cargo — y por supuesto el de los defensores para con sus clientes, lo cierto es que Jauría supone una ocasión bien aprovechada de reflejar sobre las tablas un asunto capital en el devenir social reciente del país, un espectáculo bien construido, notablemente interpretado y muy satisfactorio para el espectador.

Una brillantez de la que no puede hablarse lamentablemente en relación a Port Arthur, el segundo plato de este menú doble de teatro documento que ofrece el madrileño teatro Pavón Kamikaze, que, dirigido por David Serrano sobre un texto también de Casanovas, carece de la tensión dramática y de los elementos necesarios para interesar suficientemente al espectador, más allá de un tramo en su recta final — cuando efectivamente uno se interroga sobre la existencia de los asesinos múltiples — y de las notables interpretaciones de sus intérpretes — Joaquín Climent, Javier Godino y especialmente Adrián Lastra –, dignas en cualquier caso de mejor causa.

Jauría: Muy recomendable.

Hasta el 21 de abril.

Teatro Pavón Kamikaze de Madrid.

¿Te ha parecido interesante?

(Sin votos)

Cargando...

Aviso Legal
Esta es la opinión de los internautas, no de diarioabierto.es
No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
Su direcciónn de e-mail no será publicada ni usada con fines publicitarios.