May y Barnier. Lo más fácil es que quién sabe

02/04/2019

Hernando F. Calleja.

He hablado o escrito alguna vez sobre el temple de Theresa May. Lo que ocurre en el Reino Unido respecto del Brexit nos puede parecer colectivamente torpe, reflejo de una sociedad que, en esta circunstancia, ha dejado atrás aquella entereza que la hacía envidiable en las dos grandes guerras del siglo XX. Pero no, el Reino Unido es, sigue siendo, un país admirable, radicalmente democrático, aunque ahora el pensamiento débil se haya apoderado del Parlamento. May va por un lado y los Comunes van por otra vía distinta, como los enanos de Blancanieves. Están empecinados en buscar culpables más que en buscar soluciones y así no se avanza. Urgen unas elecciones en las que el sistema electoral permitirá un giro determinante, en un sentido o en otro, pero se echará a la espalda los errores de los tres o cuatro últimos años.

Theresa May es una brava política, una excepción en el panorama actual de los Comunes. Ha negociado (que es lo que le exigía su mandato) y el resultado de su dura negociación ha sido un acuerdo con la Unión para salir del club como amigos (el resultado no lo podía exigir el Parlamento británico por adelantado, habría sido una pantomima). La Unión Europea ha tenido la suerte o el acierto de contar con Michel Barnier, un digno representante de los intereses de la UE. No pensaba yo que un personajillo como Jean-Claude Juncker diera con tan sagaz negociador, la verdad.

May y Barnier dan la talla, aunque la situación de perplejidad con los emplazamientos perentorios del calendario no ayudan. De lo único que se puede estar seguro es de que el Reino Unido nunca dejará de ser Europa, ni circulando por la vía contraria, porque reúne todas las características de lo europeo hasta las cachas, menos el sistema métrico decimal, que en estos tiempos de aparatos electrónicos, ni siquiera es una molestia de cálculo. Y la Unión Europea, por una vez y sin que sirva de precedente ha estado a la altura de las circunstancias.

Y si es así, ¿por qué no es posible una solución? Creo que la explicación estriba en que en el Reino Unido se ha instalado lo peor de la política del Continente. Ellos tenían mejores políticos que nosotros. Pero la percepción de muchos británicos es que la UE se los ha cambiado, los ha pervertido. Y sobre esa opinión se han elevado los populistas-nacionalistas, sacando a relucir sus prejuicios atávicos.

La derecha es un magma caótico, marcado por la indecisión, las dudas y un cierto posibilismo de resistencia, una flemática espera en el club de Fleet Street o en los lóbregos salones de Temple, para ver quién aguanta más las patadas en las espinillas bajo la mesa. Los empresarios que forzaron a los Gobiernos a globalizar el Reino Unido con el Imperio, se conforman ahora con las migajas de una Commonwealth desnaturalizada, con una India que puede devorarlo.

Por el otro arcén, rozando el precipicio, circula la izquierda con Corbin, que es un político viejo del viejo laborismo. Los dos últimos primeros ministros laboristas, Blair y Brown creyeron que habían acabado con los últimos residuos de la izquierda zurrada por Margaret Thatcher y qué va. Corbin no es la persona para el aquí y el ahora. Juega a estratega y no ha leído ni La batalla d e las Termópilas de Paul Cartledge ; es un derrotado sin haber participado. Pero eso sí, siguiendo la tradición, juega a los Diez Negritos, quitándose de en medio a los posibles líderes emergentes (algo como Sánchez y Casado, por si no me explico con claridad).

Así que habrá que resignarse a un good bye, con esperanzas de que pueda quedarse en un see you later. Lo más fácil es que quién sabe.

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